Por / Raúl Rivas
Rosales.- Cuando parecía que ya se había llegado a un acuerdo y los representantes de los agricultores se sentarían a platicar el próximo martes con gente de la Comisión Nacional del Agua, se volvió a desatar el caos, las pedradas, los granadas con gas lacrimógeno; las escaramuzas entre agricultores y efectivos de la Guardia Nacional, que desde temprano se apostaron en las instalaciones de la presa y tomaron el control de las válvulas para extraer más volumen que el permitido para el ciclo agrícola.
Horas antes, se dio el primer enfrentamiento entre efectivos militares y los campesinos, donde los soldados cumplieron la orden de sus superiores de dispersar a los manifestantes disparando gas pimienta y balas de goma sin motivo aparente, ya que los que protestaban pretendieron brincar la valla de seguridad de los militares, caminando por un costado para verificar el volumen del desfogue de la presa.
En ese primer encontronazo se desató el caos y ni el fuero de un diputado local como Chuy Valenciano ni la investidura de un alcalde como Pepe Ramírez, ni el cargo del presidente de la Aurech, Salvador Alcántar, les hizo desistir, mucho menos la presencia de mujeres y niños. Incluso dos reporteros sufrieron las consecuencias de los impactos de las balas de goma, uno de ellos Genaro Fuente, coordinador de El Heraldo de Delicias.
También, desde muy temprano, había llegado el diputado federal Mario Mata Carrasco para exigir que la Conagua no se lleve el agua de los chihuahuenses.
Tras ese primer choque, retornó una aparente calma.
Los agricultores se replegaron, pero regresó mucha más gente para defender el agua de Chihuahua ante las decisiones de la Comisión Nacional del Agua de pagar un tratado internacional que, por el momento, no aplica, pues no habla de extraer agua de presas, mucho menos durante pleno ciclo agrícola que termina hasta septiembre.
Los representantes de los módulos, el diputado, el alcalde y el presidente de la Aurech, Salvador Alcántar, aprovecharon la dispersión para irse a la Presidencia Municipal de Rosales para dialogar y establecer los mecanismos a seguir en esta lucha por el agua.
Mientras tanto, un tractor y una retroexcavadora fueron colocados frente a la valla de los elementos federales que, impávidos, solo esperaban las órdenes superiores, como se estila en este caso.
Los elementos caestrenses, que portaban equipo antimotines, se recargaban en sus escudos, unos con el rostro tenso, otros con cara de hartazgo, pues no creían que su labor consistiría en enfrentar al pueblo, cuando en esencia ellos se contratan para combatir la inseguridad y la delincuencia. Pero órdenes son órdenes y consigna es consigna.
Por parte de los agricultores, el propósito de colocar esa maquinaria pesada frente a los efectivos militares era romper la valla, prácticamente a sangre y fuego, si la Conagua no desistía en vaciar la presa.
Entre tanto, a eso de las dos y media de la tarde, por el lado norte del acceso a la presa, se generaba otro enfrentamiento entre las fuerzas federales y los manifestantes.
Quienes estabamos en la parte del acceso sur solo atinabamos a escuchar los disparos de las armas de los militares. Si bien no eran letales, sí cumplieron su propósito de dispersar a los manifestantes.
Desde ese acceso norte, hasta donde estaban los agricultores y los reporteros en el acceso sur, llegaban los gases que comenzaron a impregnarse en los rostros sudados de los campesinos y todos los que nos encontrabamos ahí; lo cual daba la sensación de que nos habían untado chile en el cuerpo. Los ojos comenzaban a ponerse rojizos y llorosos.
Los ánimos se sentían caldeados, la adrenalina circulaba por los cuerpos asoleados de los agricultores, la espera era tensa y querían que esto acabara.
En eso, comenzó a circular la versión de que «había acuerdos». Los agricultores se replegaron para escuchar de viva voz dichos «acuerdos».
Un Andrés Valles, presidente del módulo 4 de usuarios de riego y productor lechero, llegó hasta la camioneta de nuestro compañero de oficio Omar Camacho, se subió a la caja del vehículo y comenzó a hablar. Era la voz cantante de los agricultores. Comenzó a decir que por acuerdo del Gobierno del Estado con la Federación no se iba a abrir la presa ni a extraer más agua para el pago del tratado. Dijo que la condición era que los agricultores se retiraran y que el martes se reunirían para platicar entre las partes involucradas. El acuerdo, según lo que dijo Valles era una especie de tregua.
Explicó que por un lado el Gobierno del Estado, particularmente el Gobernador, sostendría una reunión a las 14:30 horas del próximo martes para acabar finalmente con este problema. Sostuvo que el general en jefe de los militares acudiría a la Presidencia Municipal de Rosales a dialogar; pero los agricultores pidieron que el general acudiera personalmente al lugar del conflicto.
Las palabras de Andrés Valles no convencieron del todo a la mayoría de los agricultores, pues muchos de ellos querían llegar hasta la cortina de la presa.
En eso, una persona a la que no se pudo identificar, se subió a la retroexcavadora, la prendió y comenzó a avanzar, queriendo pasar por encima de los efectivos militares, los cuales mantenían su posición.
De ahí en adelante se desató el caos. Detrás de la valla de elementos de la Guardia Nacional, algunos de ellos comenzaron a empuñar y a preparar sus armas, decididos a tirarle al que conducía la pesada máquina. Por su parte, productores comenzaron a empuñar piedras.
Una persona se acercó al conductor de la retroexcavadora y le dijo que saliera de ahí, cuando en eso comenzó la lluvia de piedras, de un lado y del otro.
Los soldados comenzaron a disparar sus armas de gas pimienta para dispersar a los manifestantes y se generó el caos.
Desde atrás de las tricheras de la Guardia Nacional salieron granadas de gas pimienta que pasaban cerca de nosotros y también pedradadas, una de las cuales hizo blanco en la espinilla del licenciado Carlos Gallegos Pérez, quien acudió en su calidad de periodista. La enorme piedra prácticamente lo derribó, mientras otros campesinos y reporteros nos replegabamos. El compañero de Impacto Noticias, Antonio Ordaz, hizo lo propio para resguardarse de las piedras, los gases y las balas de goma.
Un agricultor no identificado y el reportero de Código Tres, Omar Camacho, auxiliaron al licenciado Gallegos y lo ayudaron a levantarse, mientras continuaba la lluvia de piedras y granadas de gas.
Este reportero y la compañera Martha Adame, de Código Tres, nos hacíamos para atrás para evitar ser víctimas de los gases, pero éstos ya nos tenían rodeados y nos hacían toser. Nos sofocaron. Al bajar una pequeña loma, la reportera Martha Adame sufrió una caida, afortunadamente sin consecuencias. Mientras, el vehículo de su compañero Omar Camacho era víctima de los disparos de los militares, ya que le quebraron los vidrios de su camioneta y le dijeron que estaba asegurada presuntamente «por participar en la manifestación» y que la consignarían al Ministerio Público de la Federación.
Como el vehículo de Camacho, muchas otras camionetas de los manifestantes quedaron con los vidrios quebrados como si se tratara de una zona de guerra. Varios vehículos fueron vandalizados por los militares e incluso les poncharon las llantas.
A pesar de que se identificó, los mandos castrenses no escucharon razones del reportero Omar Camacho, no obstante que ninguno de los reporteros que estuvimos ahí fuimos agresores.
Así, tras este enfrentamiento y ante la posibilidad de un «acuerdo» entre las autoridades estatales y federales, muchos manifestantes comenzaron a retirarse, pero la tensión está latente, al menos hasta este momento.
Para este lunes, el presidente de la Asociación de Usuarios de Riego del Estado de Chihuahua, Salvador Alcántar Ortega, está convocando a rueda de medios en las instalaciones de la Sociedad de Responsabilidad Limitada (SRL) porque esto todavía no acaba…
Vía / El Pionero