Ante una nutrida audiencia que se dio cita al Centro Cultural «Cleofas Villegas», ayer por la tarde se llevó a cabo la presentación de la novela Alcohol y Fortuna de la escritora deliciense radicada en Morelia, la licenciada Grisel Rodríguez Villallobos.
La glosa corrió a cargo del maestro Carlos Gallegos Pérez, escritor, periodista y actual cronista municipal de Delicias quien leyó pasajes de la novela de esta joven escritora nativa de la colonia Ignacio C. Enríquez, mejor conocida como Fonhapo.
En su presentación el maestro Gallegos Pérez se refirió a la letra de Grisel Rodríguez Villalobos. Así lo dijo:
Si yo les digo que la narrativa de la contra portada del libro de Grisel termina termina diciendo » este libro no está hecho para adornar estanterías, ustedes podrán decir «oh, qué frase tan fuerte, qué descriptiva, qué padre ha de estar su lectura».
Ustedes podrán decir eso, pero Grisel podrá decir y decirlo con sobrada razón,» este glosador se fue al final de la portada, se fue a la fácil, hizo lo que hacen algunos glosadores barcos, flojazos, no leyó nada».
Ambos decires podrán ser ciertos.
Pero si me permiten, yo voy a tratar de defender mi papel de glosador demostrando que en menos de dos días me chuté Alcohol y Fortuna, que lo leí sentado, de pie, acostado, inclusive caminando en una tarde de intenso calor, caminando por uno de los corredores sombreados de aquí enfrente, en nuestra Plaza Principal, que lo hice atrapado por su prosa directa, descriptiva, descarnada cuando cuenta su vida de hija de un alcohólico a través de Génesis, la actora fundamental de la historia, que si me detuve en uno, en dos, en tres renglones, no lo hice porque no me interesara lo que estaba leyendo, sino para cuidarme de no ser víctima tan fácil de las gracias uno de los miles de chanates que buscaban su rama favorita para dormir su noche.
Cuando Grisel, cuando Génesis me habló, creo que por por cobrar,para pedirme que le presentara su libro, no la conocía, no las conocía, no sabía que en la vieja Valladolid vivía una deliciense escritora, tampoco que en la patria chica del gran Morelos vivía su vida intensa, tensa e intensa, la Génesis que conocería a través de 532 cuartillas de prosa bruja e impactante, de frases tan bien hiladas, de capítulo tras capítulo tan bien logrados, tan bien escritos, tan tristes y tan dramáticos, con tanto sabor al sabor de tantas muchachas delicienses que viven y sobreviven a tantas vicisitudes, a tantas tristezas, que se caen y se levantan a vivir vidas mejores.
Eso y más desconocía, eso y mucho más conocí al leer Alcohol y Fortuna, al perderme en su trama, al conocer a la parentela, a los amigos de la autora, a los de nombres reales, a los de nombres ficticios, a los de Delicias y a los de Morelia, al seguir los pasos de Grisel Génesis por las calles de Delicias, por las calles de Morelia, al ir con ella a su primaria, a su secundaria, a su prepa, a su universidad, a sus citas, a sus antros de aquí y de allá.
El libro me lo entregó el medio día de un acalorado día de nuestros calientes estíos, un cuate en su adultez joven, amable y animoso, quien llegó a mi caliente oficina acompañado de una nena en uniforme escolar.
Lo recibí y mis ojos se fueron sobre la réplica del trazo del Delicias original replicado en la parte superior derecha de la portada dura y blanca de la obra.
Desde ahí sentí el pálpito que estaba ante algo especial, diciéndome a mí mismo, » mí mismo, alguien que tiene el buen gusto, el tino de replicar el trazo original de Delicias en una portada de calidad, debe ser alguien especial,» como después corroboraría.
Lo que no malicié fue que el mensajero, de tez sana y pasos ágiles, fuera el personaje central del trabajo, el padre de la autora, tan gentil y joven, tan enamorado de la nena uniformada. Después, conocerlo en la letra de su hija, me cité de nuevo, diciéndome que, salvando lo que haya que salvar, pidiendo disculpas por lo que hayan de disculpar, acudiendo a la irreverencia proverbial del mexicano y en especial del deliciense, pensé » no, pues en el fondo, muy en el fondo, en el mero fondo de la botella, algo no tan peor debe contener el pisto.
A propósito de pinzas perras, la única condición que le puse a la autora para tener el alto honor de presentarle su trabajo literario, fue que me trajera un charandazo purépecha, algo que cumplió y que ya llevo casi medio.
No, es que dentro de la valentía de Grisel al abordar en su primer libro un tema tan sensible, tan doloroso, y además, en su caso, tan cercano a su círculo nuclear familiar.
Y lo abordó con valentía, en párrafos completos hasta con desparpajo, con irreverencia, sin tirarse al piso, con eso, con valentía y muy buena prosa, atrapante, invitante a leer y leer más.
Nada, pero lo que se dice, como dicen en Fonhapo, nada mal para una debutante en el apasionante mundo de la literatura, mundo subyugante y a la vez terrorífico cuando estás ante la primera página en blanco.
Éste y otros avatares propios del medio los salva Grisel con gracia, elegancia y sangre fría al invadir, al hacer público para siempre, el mundo de un alchólico. Nada más por ese arrojo merece el primero de los muchos aplausos que merece su investigación, su repiorteo, su aplomo, su tiempo invertido en hacer nuestra su historia de vida.
Sin hacer los becerros pandos, porque apenas empieza, pero desde la atalaya de mi admiración, merece Grisel, merece su talento el reconocimiento nuestro, y como yo ya lo leí, ciertamente las últimas páginas algo mareado por el mezcal que en tan buena hora me trajo, aseguró que merecería el reconocimiento de Antonio Máynez, de Gardea, de Espinosa, de Talavera Trejo, de Luis Aboites, de Arturo Ramos Jáquez, de las y los escritores delicienses de ayer y de hoy, como lo merecerán de las y los de mañana.
Y, obviamente, merece la compra de los lectores presentes y virtuales.
Y como en este estío, que tengo entendido hasta hizo llorar al marido de la marida, de todo le echamos la culpa al calor, si alguien se quedó dormido durante este introito, monólogo o como se llame, no me eche a mi la culpa, sino al calor.
Muchas gracias, buena noche y no haga tantas bilis cuando le llegue el recibo del mini split
Muchas gracias a todos, todas y todes.
En el evento de presentación no podía faltar la presencia del arquitecto Mario Guillén en su carácter de Jefe de Cultura en Delicias y fueron acompañados por el maestro camarguense Pascual.