En la esencia de los seres humanos, explica la psicoanalista Dolores Montilla, cohabitan los impulsos «libidinales» a favor de la vida y la empatía con aquellos que nos empujan a la competitividad y la rivalidad sana.
Los impulsos agresivos, así vistos, nos dan la energía necesaria para salir adelante en la vida, explica la presidenta de la Asociación Psicoanalítica Mexicana (APM).
Y entonces, ¿de dónde emanan los actos que apagan vidas de formas cada vez más crueles presentes en la escalada de violencia de los recientes días en México?
La especialista ubica el problema desde la crianza y los escenarios de frustración, carencias afectivas, negligencia, abandono y violencia hacia niños y adolescentes.
«Cuando por la crianza o el ambiente en que se desarrolla un niño o un adolescente, no ponen límites a las expresiones emocionales negativas, no se transmiten los valores esenciales atemporales que nos permiten vivir con mayor armonía en comunidad, tomando en cuentas las necesidades de uno mismo y de los demás», explica.
«La agresión al servicio de la supervivencia pasa a la rabia y de ahí a la violencia, al sadismo y a la crueldad, donde no sólo el ‘otro’ no importa, sino que se cosifica, se impone esta violencia sin límite desde el poder (el poder de la fuerza, de la intimidación, de las armas) y se goza haciéndolo sufrir, a sabiendas además de que no habrá ninguna consecuencia de tipo legal, lo que aumenta el narcisismo patológico y la omnipotencia donde ‘puedo hacer lo que quiera sin que me pase nada'», agrega.
Uno de los aspectos más negativos de este fenómeno, señala la especialista con más de 40 años de práctica profesional, es que los actos de violencia se llevan a las redes sociales, y ahí, muchos jóvenes que se sienten lastimados, solos o perdidos, toman a las personas y grupos criminales como figuras de identificación.
«Les da un sentido de existencia, sin importar que su vida se ponga en peligro o que puedan pasar muchos años encarcelados», explica. «Pueden pasar de la vivencia pasiva de la violencia a la vivencia activa de la misma, sintiendo que de esa manera recuperan el control de su vida y de lo que les rodea».
Es entonces cuando los impulsos «libidinales», aquellos que están a favor de la vida, la creatividad, la compasión, que permiten desarrollar la capacidad de amar a los demás, del amor propio y a la comunidad se desdibujan; pues en un escenario de desarrollo saludable, apunta Montilla, los aspectos amorosos predominan sobre los agresivos, y se autorregulan y matizan.
¿La normalización de la violencia implica que hemos ‘apagado’ o ‘adormecido’ aquello que nos hace humanos?
Desafortunadamente es así en un gran número de personas. El impacto de la violencia y los conflictos bélicos en tiempo real, con un constante bombardeo de información y mensajes contradictorios, no nos permiten pensar, digerir lo apabullante y doloroso de estos actos, así que, por un lado, las personas se sienten impotentes y prefieren ya no saber nada como una medida de protección emocional y muchos otros caen en la indiferencia, superficialidad y frialdad de lo impactante y funesto de estos fenómenos, perdiendo así la sensibilidad, la empatía y la compasión hacia quienes lo sufren.
La normalización de la violencia, nos confunde internamente y provoca que sea más difícil distinguir entre el bien y el mal. Parece más importante tomar fotos y videos para subirlos a las redes, que denunciar y/o ayudar a las víctimas.
¿Cómo hacer para, sin caer en la indolencia, proteger nuestro bienestar emocional ante el caos actual?
Tener conciencia de la importancia que tiene para nosotros como seres humanos las relaciones presenciales con otras personas, escucharnos mutuamente, apoyarnos y comprometernos en los vínculos amorosos, es una manera esencial de proteger nuestro bienestar emocional. Evitar el consumismo que nos seduce con la promesa del placer eterno.
Lo perfecto ideal no existe, pero si aprendemos a aceptarnos a nosotros mismos, a tener tolerancia a la frustración y capacidad de demora para lograr lo que deseamos, nos sentiremos más fuertes y satisfechos con nosotros mismos. Modular nuestras emociones y no dejar que la rabia, la frustración, el miedo y la envidia nos dominen, pues son el caldo de cultivo para la violencia, y la violencia «nunca se puede justificar».
Hay que trabajar en nosotros mismos y en nuestra parte espiritual, para no perder la esperanza. Debemos aprender a fijarnos en lo positivo de nosotros, de los demás y de lo bueno de la vida para tener gratitud por ello.
La exposición continua a hechos violentos y a la avalancha de información de todo tipo en redes sociales y dispositivos móviles, afecta la salud mental y tiene un impacto negativo por tres aspectos fundamentales, enumera la presidenta de la APM:
- Se da un predominio de la imagen sobre la palabra
Una de las características que nos hace humanos y diferentes a otros mamíferos, es la capacidad de comunicar nuestras ideas y sentimientos a través de la palabra hablada y escrita con otro (ser humano) real. Pero ahora, la mayoría de las personas se están comunicando más por imágenes, lo cual esta provocando un empobrecimiento del lenguaje y de nuestra capacidad para expresarnos íntimamente. - Estamos viviendo a gran velocidad, todo tiene que ser instantáneo y superficial
Al estar bombardeados de imágenes, de información, de estar en multitareas simultáneamente y de un sentimiento necesario de estar conectados a los dispositivos inteligentes todo el día, no hay un tiempo para la reflexión, para el pensamiento crítico.
Todo lo que se manda por los dispositivos se toma como «verdadero», no importando si es falso o contradictorio, causando un sentimiento de confusión que promueve no saber a donde dirigir nuestro destino, qué es bueno y qué es malo. Por esto, muchísimos jóvenes y adultos se sienten perdidos.
Además, al pretender que todo sea tan inmediato como un «clic», se ha perdido el significado de «los procesos» y de disfrutarlos mientras se realizan, así la frustración aumenta momento a momento. - Se vende, a través de las imágenes, la ilusión de la perfección
Cuerpos que no existen, soluciones mágicas con productos milagrosos que no solo representan un gasto, sino que generalmente hacen daño al organismo.
Todos quieren ser bellos, tener una vida plena de satisfactores y lo quieren rápido, pero como todo esto está en el campo de la ilusión, hay un sentimiento permanente de frustración y de inadecuación que promueve altos niveles de ansiedad, ataques de pánico, depresión, adicciones, envidia y resentimiento que desembocan en enfermedades más graves que provocan el suicidio y la violencia, proveniente de las redes, como el bullying cibernético.
Finalmente, el anonimato fomenta la agresión. Por supuesto que los niños y adolescentes, que están en proceso de maduración, confunden la realidad con la virtualidad y cuando tienen que enfrentarse al mundo exterior no cuentan con las herramientas internas necesarias para hacerlo, por lo que se aíslan más de las personas, tienden a deprimirse y a fracasar en lo que se espera puedan lograr de acuerdo a su edad.
Pero, aún es posible contribuir a reconfigurar el entorno caótico y abonar a una cultura de paz, partiendo de la individualidad, pues para poder estar bien con los demás, hay que empezar por uno mismo, señala Montilla.
Frente a esta época de «ruido» interno y externo; de confusión, desesperanza y apego a las redes sociales y los teléfonos inteligentes, la psicoterapia psicoanalítica, así como otras disciplinas de atención a la salud mental, se vuelve más urgente en la vida de las personas.
«Buscar ayuda profesional, institucional o privada es importante. El psicoanálisis se adentra en las profundidades de la psique humana, explorando los deseos inconscientes, los conflictos y los traumas que subyacen a nuestras acciones y emociones, en tiempos donde predomina la intolerancia al dolor y la búsqueda de evasión rápida y desechable.
«Esto da la posibilidad de ayudar a enfrentar las turbulencias actuales, lo irrepresentable y lo ominoso, y a erigirnos como sujetos más libres, dueños de nosotros mismos y autores de nuestras acciones con responsabilidad», señala la psicoanalista Dolores Montilla.
Para quienes no pueden acceder a tratamientos privados, la APM cuenta con una clínica de Atención a la Comunidad a costo accesible, en el teléfono 55 5540 0969, pueden agendar una cita o pedir mayor información.
Tome nota
Qué: Congreso de Psicoanálisis en Tiempos de Caos
Quién: Organiza la Asociación Psicoanalítica Mexicana
Objetivo: Acercar a profesionales de la salud mental información sobre los aspectos que favorecen la conformación de una personalidad madura, libre y creativa, así como los obstáculos que impiden este desarrollo. También puede asistir el público en general.
Cuándo: 7 al 9 de noviembre
Dónde: Universidad Humanitas, Campus Madin
Información y programa: www.apm.org.mx