En nuestros paseos dominicales por la historia, hemos conocido y recordado muchos acontecimientos, muchas personas de variada laya que contribuyeron al nacimiento y desarrollo de Delicias.
Entre esa gran riqueza humana, entre tanta evocación y tantos recuerdos, la música, esa sal de la vida, esa caricia al alma, ocupa un sitio importante.
Solistas, tríos, conjuntos, orquestas, como la que estamos viendo, son parte del bagaje artístico deliciense.
En esta foto de 1944, coleccionada generosamente para usted por la familia Gómez Ramos, está la Orquesta Hermanos Velázquez, cuyos miembros tocaban por nota, improvisaban también y, con su ritmo, talento y gracia, animaban y alegraban los bailes de aquel lejano entonces.
Elegantísimos todos, identificamos, de arriba abajo, de izquierda a derecha, a Andresito García, el polifacético Andresito, quien además de filarmónico fue mesero, maestro de ceremonias, líder sindical y dueño de otras gracias.
Luego está Patrocinio Gómez y enseguida un hermano de Andresito, también de nombre Andrés, que cuando estaba chico se fue en un circo y anduvo vagando tanto que sus padres lo dieron por perdido y en su recuerdo le pusieron igual al chamaco que tuvieron después. A los años regresó y por eso en la familia hubo dos Andresitos.
También miramos a Faustino Cardiel Villarreal, papá de la sensible declamadora Aída, esposa del Oso García, primo hermano de Armando Muñiz,el gran ex boxeador radicado en Riverside, California, a Toño la Canica, a Antonio Fuentes, al profe Alberto M Velázquez y a otros dos hermanos, Praxedis y Celso Valdivia.
Que se sepa, no hubo otro Praxedis y otro Celso alterno en el clan Valdivia.
A los demás, haber si los reconoce usted y se sabe, como yo en el caso del Oso, aunque sea parte de su pedigrí.
De los trombones, flautas, saxs y tololoches, vámonos al mundo del oro blanco, a las pacas que valían eso, oro, a las toscas herramientas de mano, a las rudimentarias máquinas que procesaban y embarcaban el apetecido producto agrícola hacia los grandes mercados mercados nacionales y extranjeros.
En esta fotografía, igual que la otra, de 1944, tomada por Alfredo Parra Amezcua, estos operarios de un despepitador se afanan en la diaria y pesada tarea de vigilar que la alba cosecha estuviera lista para cuando el tren llegara por ella.
Dos escenarios, dos postales del viejo Delicias, del viejo y joven pueblo en el que vivieron nuestros ancestros, en el que vivimos nosotros, en el que vivirán quienes lleguen al relevo ineluctable de las cíclicas generaciones.
¿ Vieron la luna de anoche?
¿ Verdad que todo está bien?