En varias, en muchas de estas crónicas semanales, se ha escrito de tantos y tantos deportistas que han dado lustre y fama a Delicias, a Chihuahua, a México.
En los campos yermos primero, en canchas de tierra, sobre cuadrilateros hechizos, bajo el sol y bajo techo, con o sin audiencias, con o sin apoyos, en las duelas modernas, en los rings de postín, en grandes estadios, donde quiera, en cualquier lugar, el deporte deporte deliciense se ha engrandecido y engrandecido a su tierra.
En una de las fotos que se le ofrecen este domingo de cielo azul, cielo nublado, cielo de mi pensamiento, en que quisiera estar a tu lado para vivir más contento, tomada en 1993, coleccionada para usted por la familia Juárez Ramos, ve a cuatro grandes ex basquetbolistas de nivel superior, que en su tiempo fueron eso, grandes exponentes delicienses del Deporte Ráfaga.
Nos miran, espléndidas y felices, Olivia Pérez, Socorro Varela, Graciela Juárez y Victoria E Uranga Juárez.
Rapidez, entrega, reflejos, amor al jersey, puntería, férrea defensa, con la canasta retratada en las retinas. Coraje, belleza y emoción sobre las duelas.
Ellas fueron parte de la cementera, de la cantera de la que surgirían las generaciones posteriores de grandes canasteras, por ejemplo de las multicampeonas municipales, regionales, estatales, nacionales y conrinentales del profe Raúl Vázquez Gómez, al que sus cercanos le dicen el Loco, que conocido su impresionante récord de títulos y medallas, de loco no tiene nada, o si tiene, ojalá tuviéramos muchos locos como él, un ejemplo de talento, disciplina y respeto por el deporte.
La otra fotografía, otra joya de nuestra historia deportiva.
Son, ya los habrá usted identificado, Manolo Contreras Palomino, el intemporal Macario Guillén Rosales y Salomé Ledezma.
Vaya trío, qué clase de ejemplos de delicienses.
Manolo fue un cronista deportivo de voz, tono y conocimientos deportivos tallados en oro, un caballero de la crónica, uno de esos ciudadanos que dejan huella por su valía y, en su caso, por su modestia rallana en la timidez, y por su ascendrado espíritu de servicio y respeto por su oficio. Le decíamos el Caballero del Micrófono.
Enmedio, el intemporal prefesor Macario, un estuche de habilidades artísticas, deportivas, ciudadanas, magisteriales, musicales, un hombre de aquí hasta allá, sin horizontes finales, bueno por las buenas, atorón y muy hombre por las malas.
Cierra el trío de tres Salomé Ledezma, otro profe de educación física, otro artífice y escultor de tantos talentos del deporte, de tantas figuras recreativas y competitivas del basquetbol, su área deportiva favorita.
En recuerdo de ellas y ellos, en honor a sus glorias y prendas ciudadanas, vamos a dedicarles un pensamiento para siempre a quienes se fueron a vivir para siempre en su Delicias ideal, y un saludo virtual a quienes siguen aquí, viviendo entre nosotros su vida rica y productiva.
Por Carlos Gallegos/Cronista de Delicias