Cuando vivía en Montreal, Natalie Hasell, meteoróloga del gobierno canadiense especializada en prevención ante alertas, utilizaba su propio sistema informal para medir el frío, que iba más allá del termómetro. “Solía describir el frío en función de cuánto tiempo tardaban en congelarse los pelos de mi nariz al caminar de casa a la parada del autobús”, dijo.
Hoy en día, Hasell utiliza un método distinto para captar la sensación de frío. Este tiene en cuenta tanto la temperatura como el viento: el índice de sensación térmica.
Así es como funciona el índice
Aunque la temperatura ambiente siga siendo la misma, puede que sientas más frío cuando te golpea una ráfaga de viento. ¿Por qué? Hasell dijo que si estás quieto, fuera del viento, el calor natural de tu cuerpo incrementará un poco la temperatura del aire del espacio que te rodea, tu “capa límite personal”.
Esa capa límite se disipa con el aire en movimiento, lo que aumenta el ritmo al que se enfría tu piel. “Enciendes un ventilador o sales al exterior. Ahora, cualquier cuerpo o cosa que esté más caliente que su entorno perderá calor hacia ese entorno”, dijo.
El índice de sensación térmica que utilizamos hoy en día expresa qué tan baja tendría que ser la temperatura ambiente para que perdieras calor al mismo ritmo.
¿Cuál es la historia?
Ha habido varias iteraciones del índice de sensación térmica que se remontan al menos a 1939, según una revisión histórica publicada en la revista Wilderness & Environmental Medicine.
En una tesis doctoral de ese año, Paul Siple, explorador y geógrafo antártico, observó que “no siempre son los días más ventosos ni los más fríos los que más afectan a la sensación de frío del hombre”.
Para ponerlo en cifras, Siple creó una fórmula que multiplicaba la temperatura bajo cero en grados centígrados por la velocidad del viento en metros por segundo. En este contexto, un valor de 50 significaba buenas condiciones para viajar; entre 50 y 150, condiciones de viaje aceptables, y más de 300 significaba que “las condiciones se vuelven peligrosas para viajar o refugiarse temporalmente, y se necesitan más de 8000 calorías de alimentos”.
Durante uno de sus viajes a la Antártida, Siple realizó experimentos con un geólogo, Charles Passel, en los que midieron la velocidad a la que se congelaba el agua, para sentar las bases de una nueva iteración del índice que realmente midiera la pérdida de calor. Con un ritmo de enfriamiento de 100 kilocalorías por metro cuadrado por hora, según su hipótesis, sería posible tomar el sol desnudo. Un índice de 600 sería agradable “vestido con ropa interior de lana, calcetines, manoplas o guantes, botas de esquí, cinta de esquí para la cabeza y trajes cortavientos delgados de algodón”. Alrededor de 1350, descubrieron, “comienza la congelación de la carne humana”.
En 2001, después de que aparecieran y desaparecieran más versiones, la fórmula utilizada actualmente para calcular la sensación térmica fue creada por el Grupo de Acción Conjunta para los Índices de Temperatura, que reunió a expertos de los servicios meteorológicos estadounidense y canadiense y de instituciones académicas para desarrollar una fórmula estandarizada y más precisa.
“El algoritmo original de Siple y Passel tenía puntos débiles”, dijo Mark Tew, quien copresidió el grupo y ahora es jefe de la división de análisis del Servicio Nacional de Meteorología. “Algunas de las críticas eran que debería haberse tenido en cuenta la producción y transferencia de calor corporal”, añadió.
La técnica Siple-Passel para calcular la sensación térmica también se basó en experimentos que los investigadores realizaron en la Antártida, donde midieron la velocidad del viento a unos 10 metros del suelo, lo que significa que sus resultados no se reflejarían con precisión en el cuerpo humano, dijo.
Durante los ensayos clínicos en humanos que contribuyeron al desarrollo del índice más reciente, se colocó a seis hombres y mujeres en un túnel de viento frío. Una publicación del Servicio Nacional de Meteorología explicaba lo que ocurrió después: “Se les pegaron transductores térmicos en la cara para medir el flujo de calor de las mejillas, la frente, la nariz y la barbilla mientras caminaban a unos 4 kilómetros por hora en una cinta. Cada voluntario participó en cuatro ensayos de 90 minutos cada uno y estuvo expuesto a distintas temperaturas y velocidades de viento”.
El resultado final fue esta fórmula, que convierte el valor de la sensación térmica en una temperatura equivalente. Esto es lo que nos permite decir que “se siente” que fuera hace cierta temperatura debido al viento, aunque la temperatura ambiente sea más alta.
Las advertencias
La fórmula que se utiliza actualmente es conservadora, dijo Tew. Sus creadores querían evitar que el sistema informático del Servicio de Meteorología se sobrecargara, por lo que no incluye tantas variables como podría hacerlo el de una empresa privada, dijo.
“Supongamos que estás en el exterior en el momento de máximo sol, a la 1 p. m., en un día de invierno”, dijo. “El sol no calienta mucho, pero digamos que estás en medio del viento y el sol te da en la cara. Estás absorbiendo algo de radiación solar, que probablemente compensa el tiempo real de sensación térmica”. Este calor absorbido del sol no se refleja en la fórmula utilizada por el Servicio de Meteorología.
Aun así, la fórmula funciona y es una herramienta crucial, sobre todo en situaciones de frío peligroso. “Estamos en el negocio de salvar vidas, así que probablemente estaríamos dando el peor escenario posible”, dijo Tew.
¿Qué debo hacer con esta información?
El Servicio de Meteorología aconseja que la mejor forma de prevenir la congelación y la hipotermia, que pueden acelerarse con el viento, es mantenerse abrigado y seco dentro y fuera de casa. Además de llevar sombrero o gorro y taparte la boca para proteger los pulmones, “cuando tengas que salir al exterior, ponte varias capas de ropa holgada, ligera y cálida”, dice el Servicio de Meteorología. Lleva gorro y guantes, e intenta, por supuesto, mantenerte alejado del viento.







