Aunque comúnmente se asocia a la espinaca con su alto contenido en hierro, esta verdura ofrece múltiples beneficios que van mucho más allá de ese mineral. Diversos estudios científicos destacan sus propiedades para la salud visual, el metabolismo, los huesos y el sistema inmunológico.
Protege la vista
La espinaca es rica en luteína y zeaxantina, carotenoides antioxidantes que se concentran en la mácula del ojo y ayudan a filtrar la luz dañina, en especial la azul. De acuerdo con un estudio publicado en la National Library of Medicine, el consumo diario de 75 gramos de espinaca durante dos meses aumentó la densidad del pigmento macular, lo que sugiere una mejor protección contra la degeneración macular asociada a la edad.
Apoya el metabolismo y el control de peso
Los compuestos bioactivos de la espinaca regulan genes relacionados con inflamación, oxidación y metabolismo energético, lo que puede ayudar a prevenir enfermedades como la obesidad, la resistencia a la insulina y la diabetes tipo 2. A ello se suma su aporte de fibra, que genera saciedad y contribuye al manejo del peso corporal.
Fortalece huesos y defensas
Esta hoja verde es también una excelente fuente de vitamina K, esencial para la fijación del calcio en los huesos, además de aportar minerales como calcio y magnesio que favorecen la densidad ósea. Gracias a su contenido de vitaminas A, C, folato y antioxidantes, fortalece el sistema inmune, ayudando al organismo a responder mejor frente a infecciones.
Cómo integrarla en tu dieta
Incorporar espinaca a la alimentación diaria es sencillo y versátil. Puede consumirse cruda en ensaladas con jitomate, aguacate o frutos secos; añadirse a batidos verdes junto con frutas como plátano y mango; o bien cocinarse en omelettes, tortillas, pastas, lasañas o wraps. De esta manera, es posible aprovechar sus nutrientes sin complicar la rutina y variando los sabores.
