sábado, abril 26, 2025

ASÍ ATACA EL SARAMPIÓN A UN NIÑO SIN VACUNAR

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Para los niños que no estén vacunados contra el sarampión, uno de los virus más contagiosos del mundo, ningún aula, autobús escolar o tienda de comestibles es seguro. Nueve de cada diez personas no vacunadas que se exponen a una persona contagiada lo contraerán, y una vez que el sarampión se arraiga, el virus puede dañar los pulmones, los riñones y el cerebro.

Con la caída de las tasas de vacunación en Estados Unidos y los brotes que han causado más de 790 casos y al menos dos muertes, los expertos en salud esperan que el sarampión contagie a cientos o incluso miles de personas más en todo el país. A continuación se explica cómo el sarampión se apodera del organismo.

En el aire

A diferencia de los virus que requieren el contacto entre personas, el sarampión permanece en el aire hasta dos horas después de que la persona contagiada haya abandonado el espacio.

Una niña puede inhalar gotitas que contienen el virus en una habitación donde otro niño, que está infectado y quizá no lo sepa, ha estado estudiando o jugando una hora antes. El virus puede entrar en su organismo a través de la mucosa de la nariz, la boca o cuando se frota los ojos.

Adentro del cuerpo

Durante las 24 horas siguientes, el virus se arraiga alojándose en las células de la nasofaringe, en la parte superior de la garganta, y comienza a propagarse a los pulmones.

La propagación

Luego, el virus entra en acción, multiplicándose dentro de las células y formando un ejército para el ataque.

A los pocos días, el virus empieza a propagarse para infectar los tejidos linfáticos cercanos. Aproximadamente una semana después de la exposición inicial, las células infectadas empiezan a viajar a otros órganos de todo el cuerpo. (En este momento, el sistema inmunitario de una niña o niño vacunado reconocería el virus y empezaría a combatirlo).

Normalmente, durante la replicación y propagación del virus, la niña no se siente enferma. El periodo medio de incubación es de unas dos semanas, aunque puede oscilar entre una y tres. Cuando la carga vírica ha aumentado de manera significativa, pasa a infectar otras células de los pulmones y los ojos, haciendo que la niña se sienta enferma.

Los síntomas

Un par de semanas después de que la niña no vacunada inhale las gotículas, empezará a sentirse mal.

Los niños suelen presentar primero signos de malestar y fiebre, seguidos de ojos rojizos e irritados, tos y congestión nasal a medida que se inflaman las membranas mucosas y las fosas nasales.

En esta etapa, algunos niños desarrollan protuberancias milimétricas de color blanco grisáceo en el revestimiento interno de las mejillas, hasta la zona de los molares. En algunos casos, las manchas pasan desapercibidas o no aparecen en absoluto.

Luego aparece el síntoma característico: una erupción cutánea roja que comienza en la cara y se extiende por el cuello, el tronco y las extremidades.

Muchos de estos síntomas deberían desaparecer por sí solos. La erupción puede durar hasta una semana, y a menudo desaparece de la misma manera en la que se presentó. La tos puede durar hasta dos semanas después de que la enfermedad haya remitido. Sin embargo, si la fiebre persiste más allá del tercer o cuarto día de la erupción, es posible que se esté desarrollando una complicación, y en ese momento los casos pueden volverse peligrosos.

Incluso cuando la erupción desaparece, la infección puede extenderse a los pulmones y otros órganos.

Normalmente, los niños son trasladados al hospital después de tener la erupción corporal durante varios días. La mayoría tiene niveles bajos de oxígeno, dificultad para respirar y necesita respiración asistida, según Summer Davies, que atiende a niños en el Covenant Children’s Hospital de Lubbock, Texas, y ha tratado casos de sarampión desde que comenzó el brote a finales de enero.

“Muchas familias se quedan sorprendidas, dicen cosas como: ‘Mi hijo estaba bien y, de repente, ya no lo está’”, contó.

Esa enfermedad leve evoluciona hacia una fiebre de hasta 40 o 41 grados durante dos, tres o cuatro días. La ingesta insuficiente de líquidos, el dolor de garganta y la diarrea pueden provocar deshidratación, lo que con el tiempo puede poner en peligro la función renal.

Los niños pequeños corren más riesgo porque su anatomía es más pequeña y por su incapacidad para articular claramente los síntomas, según dijo Lara Johnson, directora médica de un grupo de hospitales Covenant de la zona.

Infección en los pulmones

Aproximadamente 1 de cada 20 niños con sarampión desarrollará neumonía, que es una infección en los pulmones. Los casos graves pueden ser mortales.

Davies dijo que muchos niños ingresados recientemente en su hospital tenían casos de neumonía ocasionada por el virus del sarampión o por un segundo patógeno que atacó mientras su sistema inmunitario estaba debilitado.

La niña de 6 años que murió recientemente de sarampión en Texas tenía un caso de neumonía que le provocó una acumulación de líquido en el pulmón izquierdo, lo que le dificultaba respirar, según una entrevista en video con sus padres que se publicó en internet. Finalmente, fue sedada e intubada, pero su estado era demasiado grave para sobrevivir.

Una de las características distintivas del sarampión es lo que los investigadores denominan “amnesia inmunitaria”, el debilitamiento temporal del sistema inmunitario. El sarampión elimina la protección que los niños han adquirido frente a otras infecciones, lo que los deja susceptibles a otras infecciones durante varios meses o incluso años.

Inflamación en el cerebro

Aproximadamente 1 de cada 1000 niños que contraen el sarampión también desarrollan encefalitis, o inflamación del tejido cerebral, que puede provocar daños permanentes.

En los bebés o niños que ya tienen el sistema inmunitario comprometido, cuando la niña o niño no puede eliminar la infección se produce una afección llamada encefalitis por cuerpos de inclusión del sarampión. Puede provocar cambios mentales y convulsiones, lo que en la mayoría de los pacientes conduce al coma y la muerte.

Otro tipo, llamado panencefalitis esclerosante subaguda, es una afección degenerativa que puede aparecer hasta una década después de la infección por sarampión. Los niños suelen mostrar primero cambios en el comportamiento y deterioro académico, seguidos de convulsiones, problemas motores como falta de coordinación y equilibrio, y finalmente la muerte. La tasa de mortalidad se acerca al 95 por ciento.

Erica Finkelstein-Parker, una madre de Pensilvania que perdió a su hija Emmalee, de 8 años, a causa de esta enfermedad, no sabía que la niña había tenido sarampión antes de que la adoptara en la India cuando era pequeña. Pero un día se dio cuenta de que Emmalee tropezaba y se caía, se desplomaba hacia un lado de la silla y le costaba levantar la barbilla del pecho mientras comía.

Los médicos le explicaron que no había cura. Emmalee murió unos cinco meses después.

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