jueves, septiembre 25, 2025

VIVIÓ HASTA LOS 117 AÑOS. ¿CÓMO LO HIZO?

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Maria Branyas Morera, entonces la persona viva más anciana del mundo, tuvo una última petición antes de morir. “Por favor, estúdiame”, dijo a Manel Esteller, catedrático de genética de la Facultad de Medicina de la Universidad de Barcelona.

La mujer, que residía en Olot, España, murió el verano pasado a los 117 años.

Esteller y una amplia cohorte de colegas cumplieron su deseo. Examinaron la sangre, la saliva, la orina y las heces de Branyas para intentar averiguar por qué vivió tanto.

La respuesta en parte, según un artículo publicado el miércoles en la revista Cell Reports Medicine, es que se cuidaba. Seguía una dieta mediterránea, no fumaba ni bebía, y caminaba una hora al día hasta principios de la década de 2000, cuando empezó a resultarle demasiado difícil. Y le tocó la lotería genética con variantes que, según dijeron los investigadores, podrían predecir la longevidad. Se ha informado que estas variantes genéticas protegen contra factores de riesgo comunes como los niveles altos de colesterol, la demencia, las enfermedades cardiacas y el cáncer.

“Tenía células que parecían más jóvenes que su edad”, dijo Esteller.

Los microbios que vivían sobre y dentro de su cuerpo, o su microbioma, están relacionados con niveles bajos de inflamación, añadió. Su microbioma tenía abundancia de un tipo de bacteria beneficiosa, la Bifidobacterium, cuyo crecimiento puede verse estimulado por las bacterias en el yogur. Branyas comía tres yogures al día.

“Los niveles elevados de inflamación están relacionados con el envejecimiento avanzado”, dijo Esteller.

Immaculata De Vivo, genetista molecular de la Universidad de Harvard, quien no participó en el estudio, dijo que las explicaciones de los investigadores sobre la longevidad de Branyas eran “científicamente razonables”.

Sin embargo, advirtió: “siempre es importante tener cuidado al interpretar los resultados de casos individuales, en contraposición a los grandes estudios poblacionales bien controlados”. Aunque la genética y los factores metabólicos pueden inclinar las probabilidades a favor o en contra de enfermedades, “la causalidad de las enfermedades es generalmente una cuestión de probabilidades más que de absolutos”, dijo De Vivo.

En otras palabras, tan solo tener buenos genes y microbiomas no te mantendrán vivo.

Mary Armanios, oncóloga y genetista de la Facultad de Medicina Johns Hopkins, estaba menos convencida. Puso en duda las afirmaciones de que determinadas variantes genéticas puedan predecir la longevidad.

“La genética de la longevidad es notoriamente confusa”, dijo. Cuando los investigadores buscaron variantes relacionadas con una vida prolongada, compararon los genes de personas más jóvenes con los de personas centenarias. Pero, dijo, los investigadores no saben si esas personas más jóvenes llegarán a vivir 100 años.

“Lo que se busca es un perfil genético que lo prediga”, dijo. Y eso es difícil de conseguir.

Armanios advirtió que la genética y un buen microbioma no son ni de lejos la historia completa de por qué algunas personas viven tanto. Señaló que existen enormes diferencias en la esperanza de vida y que se relacionan con la educación y el nivel de ingresos. En Baltimore, dijo, eso supone una diferencia de 20 años entre los habitantes del centro de la ciudad y los de los suburbios.

“Creo que es evidente que hay una mala genética que limita la esperanza de vida”, dijo. “Pero no estoy segura de que una buena genética baste para superar las limitaciones socioeconómicas”.

Branyas, por alguna razón, parecía excepcionalmente resistente.

Nació en San Francisco en 1907. Sus padres eran españoles, pero se habían trasladado a Estados Unidos a trabajar. Cuando Branyas tenía 8 años, su padre murió, y ella y su madre volvieron a España.

Se casó y tuvo un hijo, que murió a los 52 años, y dos hijas, que ahora tienen 92 y 94 años.

Miembros de su familia extendida murieron por causas comunes: alzhéimer, un accidente, cáncer, tuberculosis, insuficiencia renal, enfermedades cardiacas. Branyas vivía y vivía.

Parecía reunir todos los requisitos hipotéticos para una larga vida. Si las variantes genéticas tienen los efectos que se dicen, estaba preparada para evitar las enfermedades crónicas. Y su estilo de vida parecía ideal.

Tenía un estrecho círculo de familiares y amigos, dijo Esteller, y añadió que a medida que sus amigos morían, ella hacía otros nuevos. Ella y su familia vivían en la misma ciudad.

Vivió de forma independiente hasta 2001, cuando las dificultades para caminar la llevaron a ingresar en una residencia de ancianos. Tocó el piano hasta hace unos cinco años.

“Llevaba una vida sana”, dijo Esteller.

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