El mundo católico está en incertidumbre mientras el papa Francisco, de 88 años, permanece ingresado en estado crítico en un hospital de Roma a causa de una compleja infección pulmonar y otros padecimientos graves.
El lunes, el Vaticano anunció que Francisco había despertado de un sueño reparador y estaba respondiendo a la terapia. Se aseguró que los cardenales se reunirían frente a la basílica de San Pedro el lunes por la tarde para rezar un rosario por él.
Esto es lo que sabemos sobre su estado de salud, y sobre qué procedería en caso de que muriera.
El estado de Francisco
La infección inicial en las vías respiratorias de Francisco se ha convertido en neumonía en ambos pulmones, y han surgido otras complicaciones durante su estancia en el hospital. Presentó una crisis respiratoria que lo ha obligado a recibir suministro de oxígeno suplementario. El domingo, el Vaticano anunció que sufría una “insuficiencia renal inicial leve”, la cual estaba “bajo control”. Está siendo tratado con diversos fármacos, y sus médicos han dicho que calibrarlos ha sido desafiante. El lunes por la noche se publicará una nueva actualización médica.
Dada su edad y sus antecedentes de enfermedad pulmonar, los médicos se han mostrado cautelosos sobre su diagnóstico.
En caso de muerte
Aunque la situación de salud de Francisco aún es incierta, lo que es más seguro son los rituales consagrados que se elaboraron y perfeccionaron a lo largo de los siglos para garantizar el secreto y una transición ordenada. Los rituales, cuidadosamente coreografiados, proporcionan orden a una iglesia en su momento de cambio más dramático.
La muerte de un papa es confirmada inmediatamente por el jefe del departamento de salud del Vaticano y el cardenal camarlengo de la Santa Iglesia Romana, quien se convierte en el administrador de facto del Vaticano. El cuerpo del papa es vestido con una sotana blanca y llevado a la capilla privada del papa.
El puesto de camarlengo, camerlengo en italiano, lo ocupa actualmente el cardenal Kevin Joseph Farrell, un estadounidense de origen irlandés de 77 años. Él y otros funcionarios, junto con miembros de la familia del papa, se congregan en la capilla para una ceremonia. El cuerpo se coloca en un ataúd de madera forrado de zinc. El papa se viste de rojo y se colocan a su lado su mitra y palio.
Tras la ceremonia, el camarlengo redacta un documento que autentifica la muerte del papa, adjuntando el informe del médico. Asegura los documentos privados del pontífice y sella sus aposentos, que en el caso de Francisco son una gran parte del segundo piso de la Casa de Santa Marta, la casa de huéspedes de Ciudad del Vaticano utilizada por los cardenales visitantes, donde Francisco ha vivido durante todo su papado.
También dispone la destrucción del llamado anillo del pescador, utilizado por el papa para sellar documentos, con un martillo ceremonial, para evitar falsificaciones.
Presentar respetos
Francisco ha llevado a la Iglesia católica un estilo sin pretensiones, rechazando los trajes elaborados y los ornamentados apartamentos papales. Sus planes mantienen ese estilo hasta el final, reduciendo parte de la pompa funeraria.
Al reescribir los ritos funerarios en 2024, Francisco simplificó varios elementos. Desde el siglo XIII, los cuerpos de los papas han estado a la vista pública, embalsamados y colocados sobre un pedestal elevado. Cuando murió Juan Pablo II en 2005, su cuerpo fue trasladado al Palacio Apostólico en cuestión de horas para que cardenales, obispos y otros miembros de la jerarquía eclesiástica, así como destacados funcionarios italianos, pudieran verlo en privado.
Francisco ha eliminado este tipo de velatorio. En su lugar, se celebrará un velatorio público directamente en la basílica de San Pedro, donde miles de personas se han agolpado para presentar sus respetos a los papas en el pasado. Pero su cuerpo permanecerá en el ataúd, que no estará sobre un pedestal elevado. “Francisco ha decidido dar más importancia a la humildad que a la glorificación”, dijo Agostino Paravicini Bagliani, historiador de la Iglesia.
Francisco ha pedido ser enterrado en la basílica de Santa María la Mayor, una iglesia muy querida para él y que visitaba a menudo para rezar ante un icono de la Virgen María.Credit…Giuseppe Lami/EPA, vía Shutterstock
Francisco ha pedido ser enterrado en la basílica de Santa María la Mayor, una iglesia muy querida para él y que visitaba a menudo para rezar ante un icono de la Virgen María.Credit…Giuseppe Lami/EPA, vía Shutterstock
El Colegio Cardenalicio decide el día y la hora en que el cuerpo del papa será llevado a la basílica de San Pedro, en una procesión encabezada por el camarlengo, y cuándo comenzará el velatorio.
El funeral
El funeral y el entierro del papa deben tener lugar entre cuatro y seis días después de su muerte, y los ritos funerarios en varias iglesias de Roma durarán nueve días.
Los papas anteriores eran colocados en tres ataúdes, uno dentro de otro: uno de ciprés, otro de zinc y otro de olmo. Pero como parte del cambio de reglas de Francisco, decretó que sería enterrado en un solo ataúd, de madera y forrado de zinc.
El ataúd se cierra la noche anterior al funeral. El rostro del papa se cubre con un velo de seda blanca y se le entierra con una bolsa que contiene monedas acuñadas durante su papado y un frasco con un rogito, o escritura, en el que se enumeran brevemente los detalles de su vida y papado. El rogito se lee en voz alta antes de cerrar el ataúd.
Las nuevas normas también permiten que un papa sea enterrado en una iglesia distinta de la basílica de San Pedro. Francisco ha pedido, en cambio, ser enterrado en la basílica de Santa María la Mayor, una iglesia muy querida para él y que visitaba a menudo para rezar ante una imagen de la Virgen María.
El cónclave
Entre 15 y 20 días después de la muerte del papa, el decano del Colegio Cardenalicio, el cardenal Giovanni Battista Re, de 91 años, convocará a los cardenales en Roma para lo que se conoce como cónclave para elegir al sucesor de Francisco.
El periodo entre la muerte de un papa y la elección de uno nuevo se denomina sede vacante. Durante ese tiempo, el Colegio Cardenalicio mantiene la supervisión general de la Iglesia, pero no puede tomar decisiones importantes.
Cuando los cardenales se reúnen, lo hacen en la Capilla Sixtina. Todos los cardenales electores deben prestar juramento de secreto y votar en secreto. Solo pueden votar los cardenales menores de 80 años. Se necesita una mayoría de dos tercios para elegir a un nuevo papa, y la politiquería forma parte del proceso.
Los cardenales no pueden abandonar el cónclave, salvo en casos excepcionales. La palabra cónclave —del latín “con llave”— se refiere al aislamiento que se les impone, que pretende evitar que el proceso electoral se alargue.
Durante el cónclave, los cardenales viven en la Casa de Santa Marta, que se construyó por orden de Juan Pablo II para sustituir a las habitaciones improvisadas en el palacio papal que los habían albergado anteriormente.
El humo blanco
Los cardenales votan repetidamente hasta que se alcanza una mayoría de dos tercios. Después de cada votación, sale humo por una chimenea que puede verse desde la Plaza de San Pedro, donde suelen formarse multitudes para observar y esperar. Si una votación termina sin una mayoría de dos tercios, el humo es negro.
Cuando se alcanza una decisión, el humo es blanco.
Dentro del Vaticano, el decano del colegio pregunta al sucesor elegido si acepta el cargo. Tras obtener el supuesto sí, el decano le pregunta el nombre con el que desea ser llamado como papa.
En la sacristía de la capilla, el nuevo pontífice se viste con una sotana blanca. Tras saludar a los cardenales, se dirige a un balcón de la basílica de San Pedro, donde un cardenal de alto rango proclama, en latín, Habemus papam o “Tenemos un papa”.
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