Nueva York.- Estoy lidiando con lo que veo en el matrimonio de mi hermana. Cada vez que pasamos mucho tiempo juntas, me queda muy claro que ella lleva la mayor parte de la carga emocional y física con sus dos hijos pequeños. Es ella quien se despierta temprano con ellos, quien gestiona las crisis, quien cocina y quien mantiene todo a flote. Su esposo, mientras tanto, duerme hasta tarde, se pasa largos ratos con la computadora o el teléfono (diciendo que está «trabajando») y rara vez ayuda sin que se lo pidan.
Lo más preocupante es que, cuando interactúa, suele mostrarse impaciente con los niños, y a veces incluso intensifica sus rabietas burlándose de ellos o provocándolos cuando ya están nerviosos. Mi hermana, en cambio, a veces sobrecompensa mimándolos. La dinámica entre ellos parece completamente desequilibrada.
Hace poco me contó que a su esposo le diagnosticaron TDAH [trastorno por déficit de atención e hiperactividad] y que ha estado leyendo sobre cómo apoyarlo mejor. Pero él a menudo desestima sus esfuerzos con bromas, como diciendo: «Nada servirá de nada a menos que tú y los niños se muden», o restando importancia a sus preocupaciones con: «Ese es tu problema, no el mío». Lo toma como broma, pero no parece inofensivo.
Cada vez que otros, incluyendo a nuestra madre, han intentado hablar con ella sobre esto, se pone a la defensiva. Quiero apoyarla, pero me siento indecisa entre no sobrepasar los límites y no quedarme callada mientras se agota.
¿Cómo puedo apoyar a mi hermana cuando veo este desequilibrio tan claramente, pero ella quizá no esté preparada para verlo o nombrarlo por sí misma?
De la terapeuta: Es difícil ver que alguien a quien amas sea tratado de una manera que consideras inaceptable. Te preocupas por el bienestar de tu hermana y te cuesta entender por qué tolera lo que te parece un desequilibrio entre responsabilidad, respeto y esfuerzo emocional. Tu instinto te dice que la ayudes a ver lo que tú ves y luego hagas algo al respecto.
Pero hay dos cosas que considerar. Primero, puede que ella no esté tan descontenta como tú con el funcionamiento de su matrimonio. Segundo, incluso si lo estuviera, no puedes convencerla de que haga algo al respecto cuando se siente a la defensiva.
Está claro que su preocupación se basa en el cuidado, no en el juicio, pero cuando ella responde con actitud defensiva, puede ser porque su preocupación, por más amorosa que sea al ofrecerla, roza algo que ella no está preparada para afrontar.
A menudo, la actitud defensiva es una forma de ocultar la vergüenza o el resultado de sentirse expuesto en una situación que aún no hemos enfrentado. Tu hermana podría ver algo o todo lo que tú ves, pero reconocerlo en voz alta puede resultar abrumador, sobre todo si ya ha intentado hablarlo con su marido y se ha encontrado con rechazo o resistencia.
Ella y su esposo parecen estar atrapados en un patrón relacional común: uno de ellos sobreexige su trabajo (su hermana) mientras que el otro no lo hace lo suficiente (su esposo). Esta dinámica crea un círculo vicioso: cuanto más hace ella, menos se siente obligado él; cuanto menos hace él, más se esfuerza ella por compensar. La pregunta para ellos es: ¿Qué hay detrás de este patrón?
El TDAH podría influir en este caso, sobre todo si su marido, que hasta hace poco no había sido diagnosticado ni tratado, tuvo experiencias durante su infancia que lo hicieron sentir inseguro, incompetente o incomprendido. Sus bromas mal concebidas cuando los niños necesitan apoyo podrían ser un reflejo de lo que vivió de niño cuando estaba angustiado. Y cuando bromea: «Nada servirá a menos que tú y los niños se muden», podría estar expresando su propia sensación de incompetencia o agobio, y la vergüenza subyacente. No es que sea incapaz de mostrarse diferente; es que quizá no crea que puede. Y tu hermana podría estar compensando no solo su inacción, sino también su sensación de desesperanza que enmascara con desvíos.
La mejor manera de cambiar este patrón es comprender qué lo impulsa —con apertura y curiosidad en lugar de culpar— bajo la guía de un terapeuta de pareja. Pero eso lo deciden ellos.
Mientras tanto, esto es lo que puedes hacer:
Puedes cambiar del modo intervención al modo atención. En lugar de decir «No te ayuda», intenta decir: «Parece que últimamente llevas mucha carga, ¿cómo lo llevas?». En lugar de decir: «No debería tratar así a los niños», intenta decir: «Parecía muy estresante cuando los niños estaban en crisis. Debe ser difícil de manejar».
En otras palabras, dale espacio para que sienta su propio agotamiento o resentimiento, si lo hace. A veces, el cambio empieza con poder decir: «Estoy abrumado y ya no puedo más», en lugar de que alguien más diga: «Te están maltratando».
A menudo explico en terapia que, para que se produzca un cambio, quienes no nos acompañan —terapeutas, familiares, amigos— no podemos desear algo más que la persona que lo vive. Como terapeuta, no puedo ayudar a las personas a aliviar su dolor si no están motivadas para hacerlo. Hasta entonces, lo que podemos ofrecer es una presencia activa.
Con tu hermana, no tienes que elegir entre el silencio y la intrusión. Existe un camino intermedio: la observación compasiva, que implica verte no como la persona que dice la verdad con una misión, sino como un espejo en el que tu hermana puede mirarse con seguridad. Concéntrate en apoyarla en lugar de salvarla, y recuerda que, si bien no puedes rescatarla (si es que realmente quiere ser rescatada), puedes acompañarla hasta que esté lista para rescatarse a sí misma.
