Pruebas recientes y poderosas sugieren que seguir la dieta mediterránea al tiempo que se reducen las calorías y se aumenta la actividad física reduce el riesgo de padecer diabetes tipo 2.
Un gran ensayo aleatorizado que se llevó a cabo en España descubrió que los adultos mayores con riesgo de diabetes que seguían esa dieta, reducían su ingesta calórica y hacían ejercicio con regularidad tenían un 31 por ciento menos de probabilidades de desarrollar la enfermedad al cabo de seis años, en comparación con quienes solo seguían la dieta mediterránea. El régimen hace hincapié en las frutas y verduras frescas, los cereales integrales, los frutos secos, las legumbres, el aceite de oliva y el pescado.
Los hallazgos se basan en los resultados de un ensayo previo relacionado, que descubrió que los participantes que simplemente seguían una dieta mediterránea tenían un 30 por ciento menos de probabilidades de desarrollar diabetes que quienes seguían solo una dieta baja en grasas. (En ese ensayo, los participantes no restringieron las calorías, no aumentaron la actividad física ni experimentaron pérdida de peso).
El estudio, publicado el lunes en The Annals of Internal Medicine, se suma a un amplio conjunto de investigaciones que demuestran que los patrones dietéticos, la actividad física y la pérdida de peso pueden reducir el riesgo de diabetes y otras enfermedades crónicas.
“Confirma mucho de lo que sabemos”, dijo Elizabeth Selvin, catedrática de Epidemiología de la Escuela de Salud Pública Bloomberg de la Universidad Johns Hopkins.
La dieta y la actividad “son algunos de los factores de riesgo más importantes de las enfermedades cardiovasculares y la diabetes”, dijo Selvin, pero son difíciles de estudiar. Es difícil, pero importante, realizar este tipo de ensayo aleatorizado y grande de intervenciones dietéticas y conductuales durante varios años, añadió. Esto se debe a que los ensayos aleatorios ofrecen las pruebas más sólidas de que una intervención determinada, y no otro factor, es la causa de la diferencia de resultados observada entre dos grupos.
El papel de la dieta, el ejercicio y la pérdida de peso en la reducción del riesgo de diabetes quedó establecido en un ensayo histórico del Programa de Prevención de la Diabetes en 2002. Los pacientes que fueron asignados aleatoriamente para recibir educación, hacer ejercicio al menos 150 minutos a la semana y seguir una dieta baja en calorías y grasas para reducir su peso en un 7 por ciento experimentaron una reducción del riesgo de diabetes del 58 por ciento, en comparación con el grupo placebo.
La investigación de Selvin, publicada este mes en Nature Medicine, descubrió que una dieta DASH modificada, rica en frutas, verduras y productos lácteos bajos en grasa, ayudaba a los pacientes con diabetes a reducir su nivel medio de glucosa en sangre. También aumentaba la cantidad de tiempo que pasaban dentro del intervalo recomendado. Otro estudio, publicado el lunes en Nature Medicine, descubrió que la dieta mediterránea estaba relacionada con menores probabilidades de padecer la enfermedad de Alzheimer entre las personas con alto riesgo genético.
El ensayo español realizó un seguimiento de casi 5000 adultos de 55 a 75 años de edad con sobrepeso u obesidad y síndrome metabólico, pero sin antecedentes de enfermedad cardiovascular o diabetes en la línea de base. (El síndrome metabólico es un conjunto de afecciones —como la grasa abdominal elevada, la glucemia alta y la tensión arterial alta— que aumentan el riesgo de desarrollar diabetes y otras enfermedades crónicas).
Los participantes del grupo de intervención se reunieron regularmente con un dietista durante seis años y se les aconsejó cómo seguir la dieta mediterránea y reducir las calorías. También se les aconsejó que adoptaran un programa de ejercicio de 45 minutos al día, seis días a la semana, de caminar a paso ligero o una actividad aeróbica equivalente, más un entrenamiento adicional de fuerza y equilibrio dos o tres veces por semana. Los del grupo de control solo recibieron formación sobre la dieta mediterránea y se reunieron con dietistas con menos frecuencia. Todos los participantes recibieron aceite de oliva, un componente caro de la dieta.
El grupo de intervención perdió más de 3 kilos en promedio al cabo de seis años, y redujo el perímetro de la cintura un promedio de 3,5 cm, frente a poco más de 0,5 kilos y 0,25 centímetros en el grupo de control. La cantidad de peso perdido en el grupo de intervención representó el 3,7 por ciento del peso corporal, menos de lo que los médicos suelen considerar necesario para reducir la incidencia de la diabetes.
“La buena noticia es que incluso un cambio modesto repercutió en el riesgo”, dijo Miguel Ángel Martínez-González, catedrático de Salud Pública de la Universidad de Navarra y uno de los investigadores del ensayo.
La reducción relativa del 31 por ciento en el riesgo de diabetes significaba, básicamente, que las medidas del grupo de intervención darían lugar a aproximadamente tres casos menos de diabetes por cada 100 personas.
“No tenemos forma de determinar cuál fue el factor clave”, dijo Tirissa J. Reid, profesora asociada de medicina del Centro Médico Irving de la Universidad de Columbia, quien no participó en el ensayo. Pero está bien establecido que la pérdida de peso marca la diferencia en la reducción del riesgo de diabetes y es muy probable que fuera un factor importante en los resultados, añadió.
Dijo que mucho antes de que aparezca la diabetes de tipo 2 o la prediabetes, los pacientes suelen desarrollar resistencia a la insulina, un trastorno en el que el organismo no responde tan bien a la insulina. La actividad física y las dietas ricas en fibra, como la mediterránea, así como la pérdida de peso, pueden ayudar a reducir esa resistencia.
La dieta, el ejercicio y la pérdida de peso también podrían reducir la inflamación y el estrés oxidativo, un proceso que daña las células, dijeron los investigadores. Juntos, los beneficios podrían reducir el riesgo de diabetes.
“Es como una orquesta”, dijo Jordi Salas Salvadó, catedrático de Nutrición de la Universitat Rovira i Virgili de España y autor principal del estudio. “Un instrumento suena muy bien, pero cuando suenan varios al mismo tiempo, la canción es mejor”.
Un componente notable del ensayo, dijo Nicole Patience, dietista diplomada del Centro de Diabetes Joslin de Boston, quien no participó en el estudio, fue la intensidad de la educación y el apoyo.
Seis años es “mucho tiempo para ayudar a las personas a mantenerse alineadas con sus intenciones” y para lograr un cambio de conducta duradero, dijo. Los participantes del grupo de tratamiento tuvieron contacto regular y frecuente con un dietista, mientras que el grupo de control no recibió el mismo nivel de orientación. No está claro en qué medida influyó el apoyo, frente a la propia intervención dietética y de actividad.
Reproducir ese nivel de contacto en el mundo real podría ser difícil. Y la dieta mediterránea tal vez no sea adecuada para todo el mundo.
Aun así, dijo Patience, este estudio demuestra que hacer pequeños ajustes en la dieta y añadir ejercicio puede suponer una gran diferencia en la salud a largo plazo.
