Cuando una mujer está próxima a dar a luz, los profesionales de la salud pueden obtener información valiosa sobre el estado de ese bebé que está en camino al medir la frecuencia cardiaca fetal.
La forma en que hacen esto es mediante un cardiotocógrafo, detalla el médico Hugo Mendieta Zerón, quien advierte que si dicha frecuencia empieza a variar demasiado, esto puede ser una señal de sufrimiento fetal.
«Y ese dato de sufrimiento fetal puede ser una indicación para ya interrumpir el embarazo porque en un momento a otro puede incluso perderse la vida del feto», apunta en entrevista Mendieta, doctor en Endocrinología y director de la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma del Estado de México (UAEMéx).
De ahí la importancia de controlar esa variabilidad, y un potencial modo de hacerlo sería a través de la música clásica, de acuerdo con un estudio realizado por un grupo interdisciplinario de investigadores en México, recientemente publicado en la revista científica Chaos.
Lo que hicieron fue, con la participación de 100 mujeres en su tercer trimestre de gestación, colocar unos audífonos directamente sobre su abdomen y reproducir dos piezas elegidas por el propio Mendieta: El cisne, del compositor francés Camille Saint-Saëns, y el vals Arpa de Oro, del huichapense Abundio Martínez.
La primera, según explican en su artículo, por ser una composición instrumental tranquila que a menudo se asocia con la relajación y la tranquilidad debido a su tempo andantino -80 a 108 pulsaciones por minuto- y sus líneas melódicas; la segunda, cuenta Mendieta, por sus efectos observados en un estudio piloto previo al finalmente realizado con ese centenar de participantes en el hospital Reina Madre, en Toluca.
«Se obtuvieron resultados importantes», afirma el médico, pues tal exposición a esta música habría dado lugar a patrones de frecuencia cardíaca fetal más estables y predecibles. «Sería bueno considerar, a futuro, incluirlo en las guías de práctica clínica; es una intervención sencilla y con grandes expectativas de algo bueno».
«En el argot popular la gente dice: ‘Póngale música clásica al niño para que se estimule, porque he escuchado que es bueno’; pero a lo mejor ha sido algo que ha corrido de voz en voz», refiere, a su vez, el psicólogo Eric Alonso Abarca Castro.
«En este caso, lo que tenemos es la muestra fehaciente de que sí hay cambios, sí hay un estímulo, y que ese estímulo puede ser positivo para el feto», subraya el también doctor en Estudios para el Desarrollo Humano y académico de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).
Algo que resaltan los investigadores, y que vendría a ser un distintivo dentro del universo de estudios sobre música clásica y bebés -o «efecto Mozart», cuando se trata en específico de piezas del compositor austriaco-, es el método que utilizaron, conocido como análisis de cuantificación de recurrencia (RQA, por sus siglas en inglés).
«Es una nueva técnica de análisis que, de acuerdo con lo que nosotros vimos previamente, no se había ocupado para evaluar estos cambios en las fluctuaciones (cardiacas) fetales», comenta el ingeniero biomédico José Javier Reyes Lagos.
Haciendo uso del monitor materno-fetal Monica AN24, de la compañía inglesa Monica Healthcare, y que puede entenderse como una versión mucho más sofisticada de los relojes inteligentes que monitorean frecuencia cardiaca, los investigadores captaron la actividad eléctrica del corazón tanto de la mamá como del feto, que luego separaron con un software para poder analizar la recurrencia.
«Es un método (el de RQA) que permite visualizar cada cuando la información de la frecuencia cardiaca vuelve a tener los mismos valores, cada cuando se repite. Eso son las recurrencias», explica la ingeniera en Sistemas Computaciones Claudia Lerma González.
«Este método de las gráficas de recurrencia tiene la virtud de que puede identificar patrones aunque no sean tan sencillos, si son más complicados, y puede identificar lo que llamamos comportamientos no lineales», continúa la investigadora del Instituto Nacional de Cardiología Ignacio Chávez, y por ello tal trabajo se comunica en una revista especializada en ciencias de la complejidad y sistemas no lineales.
De esta forma pudieron medir el efecto que producían en la frecuencia cardiaca fetal las dos piezas musicales durante una exposición de 20 minutos. Si bien hicieron el registro con las 100 mujeres, al final sólo utilizaron los datos de 37, que fueron los que mejor cumplían con los criterios de calidad para asegurar la fiabilidad de los resultados.
¿Beneficio probado?
Pese al entusiasmo con que Mendieta sugiere la implementación de la música clásica en la práctica clínica, a la pregunta sobre si lo que han observado hasta ahora es suficiente para asegurar que hay un beneficio, acaso González sea la más cauta, pues responde: «No sabemos».
Y es que en el artículo mismo los investigadores reconocen que el efecto registrado en realidad es poco, y haría falta ampliar el estudio para poder robustecer los resultados.
«Sería importante realizar estudios donde se estimule por más tiempo a la mamá, o sea, que tenga varias sesiones donde se les esté poniendo música al feto», comenta Reyes, compartiendo el interés que tienen por aplicar variaciones al protocolo e incluso probar con otros géneros musicales.
«Y sería importante evaluar también la parte del neurodesarrollo para confirmar que, efectivamente, estos efectos de la música están siendo favorables, o podrían ser potencialmente favorables para el neurodesarrollo del feto», agrega el ingeniero biomédico.
Para Abarca, de tener que recomendar esta estimulación a mujeres embarazadas, sería bajo las mismas condiciones que ellos lo hicieron; es decir, en un ambiente de ruido controlado, con la música a 60 decibeles -equivalente a tener una computadora personal al 70 por ciento del volumen-, y específicamente con la pista utilizada, la cual se puede descargar desde el repositorio digital de la UAM Lerma.
«Si pones a un niño con cierta cantidad de volumen, y una métrica y un ritmo que sea más alterado, que sea menos estructurado que una pieza de música clásica, podría -a lo mejor, habría que investigar- generar una estimulación que sea contraproducente», advierte el psicólogo.
Como un consejo final, Mendieta apela al principio de primum non nocere -latinismo que significa «lo primero es no hacer daño»- para insistir en el aprovechamiento de la música clásica, «que, evidentemente, no va a hacer daño», remarca.
«Pero si no se escucha, se está perdiendo una oportunidad. Entonces, de no hacer nada, que no va a pasar nada, a poner un estímulo con esas dos piezas seleccionadas donde sí existe la posibilidad de un beneficio, pues creo que hay que inclinarnos a esta posibilidad, a la espera de que se vaya robusteciendo de información», opina el médico.
«Las pacientes y el feto estarían sometidos a algo agradable. Y me imagino para cuántos de esos pequeños bebés que vienen en camino sería lo único agradable que vayan a escuchar», concluye el experto de la UAEMéx.
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