viernes, octubre 3, 2025

ENFRENTAN MUJERES EN GAZA ABUSO SEXUAL A CAMBIO DE COMIDA

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Tras semanas de intensa lucha para poder alimentar a sus seis hijos en Gaza , la mujer de 38 años pensó que había encontrado un respiro.

En un refugio, una amiga le habló de un hombre que podía ayudarla con comida y tal vez incluso con un trabajo. La mujer, separada de su esposo y obligada a cerrar el negocio que una vez sostuvo a su familia, se acercó a él.

Había pasado cerca de un mes de la guerra en Gaza y él le prometió trabajo, un contrato de seis meses con una agencia de ayuda. El día que creía que firmaría el acuerdo, la llevó no a una oficina, sino a un departamento vacío. La felicitó y le dijo que se quitara el velo.

Él le dijo que la amaba y que no la obligaría pero tampoco la dejó irse. Finalmente, tuvieron un encuentro sexual, dijo. Se negó a dar detalles sobre lo ocurrido, alegando que sentía miedo y vergüenza.

«Tuve que seguirles el juego porque tenía miedo, quería salir de ese lugar», dijo la mujer.
Antes de irse, dijo, le dio dinero: 100 shekels, unos 30 dólares. Dos semanas después, le dio una caja de medicamentos y otra de comida. Pero durante semanas, el trabajo no se concretó.

Mientras la crisis humanitaria en Gaza se agrava, muchas mujeres afirman haber sido explotadas por hombres locales -algunos asociados con grupos de ayuda- que les prometieron comida, dinero, agua, suministros o trabajo a cambio de relaciones sexuales.

Seis mujeres detallaron sus experiencias a The Associated Press, todas hablando bajo condición de anonimato por temor a represalias de sus familias o de los hombres, y porque el acoso y la agresión sexual se consideran temas tabú.
En ocasiones, comentaron, los hombres era directos: «Déjame tocarte», recordó una mujer que le dijeron. En otras ocasiones, usaban sus tradiciones: «Quiero casarme contigo» o «Vayamos juntos a algún lugar».
Grupos de ayuda humanitaria y expertos afirman que la explotación suele surgir durante conflictos y otros momentos de desesperación, en particular cuando las personas dependen de ayuda externa. Han surgido denuncias de abuso y explotación durante emergencias en Sudán del Sur, Burkina Faso, Congo, Chad y Haití.
«Es una terrible realidad que las crisis humanitarias hacen que las personas sean vulnerables de muchas maneras; el aumento de la violencia sexual suele ser una consecuencia», declaró Heather Barr, directora asociada de la división de derechos de la mujer de Human Rights Watch. «La situación en Gaza hoy es indescriptible, especialmente para las mujeres y las niñas».
Cuatro psicólogas que trabajan con mujeres en Gaza contaron a AP los relatos de sus pacientes. Una de ellas afirmó que su organización, dedicada a la protección de mujeres y niños, había tratado decenas de casos de hombres que explotaban sexualmente a mujeres vulnerables, incluyendo algunos en los que estas quedaron embarazadas.

Las psicólogas, todas palestinas que colaboran con organizaciones locales, hablaron bajo anonimato por respeto a la privacidad de las mujeres implicadas y debido a la naturaleza delicada de los casos, en una sociedad conservadora donde las relaciones sexuales fuera del matrimonio constituyen un tabú severo. Ninguna de sus pacientes accedió a hablar directamente con AP.

Cinco de las mujeres que compartieron sus historias con la agencia aseguraron que no mantuvieron relaciones sexuales con los hombres. Los psicólogos señalaron que algunas mujeres que acudieron a ellos cedieron ante las presiones, mientras que otras se negaron.
Seis organizaciones de derechos humanos y de asistencia -entre ellas el Centro de Asuntos de la Mujer, un grupo palestino local, y la Red de Protección contra la Explotación y el Abuso Sexual, que colabora con agencias de la ONU- dijeron a AP que estaban al tanto de denuncias de abuso y explotación sexual vinculadas con la distribución de ayuda.
Las organizaciones humanitarias afirman que el contexto en Gaza -casi dos años de guerra, el desplazamiento de al menos el 90 % de la población y la inestabilidad en el acceso a la asistencia- ha dificultado especialmente la labor para atender a las personas vulnerables. Mientras el hambre y la desesperación se extienden por el enclave, las mujeres, sobre todo, aseguran haberse visto obligadas a tomar decisiones imposibles.
Las organizaciones atribuyen la crisis humanitaria a la ofensiva y al bloqueo israelíes, y señalan que la guerra ha obstaculizado el registro de casos de explotación.
Más de 66 mil palestinos han muerto, de acuerdo con el Ministerio de Salud de Gaza. El ministerio no especifica cuántos de los fallecidos eran civiles o combatientes, pero indica que cerca de la mitad de las víctimas mortales son mujeres y niños.
«El asedio impuesto por Israel a la Franja de Gaza y las restricciones a la ayuda humanitaria son lo que empuja a las mujeres a recurrir a esto», declaró Amal Syam, directora del Centro de Asuntos de la Mujer.
Israel sostiene que no existen restricciones a la ayuda y que ha tomado medidas para ampliar el volumen de asistencia que ingresa a Gaza. También acusa a Hamás de apropiarse de parte de la ayuda -sin presentar pruebas de un desvío generalizado- y responsabiliza a las agencias de la ONU por no distribuir los alimentos cuyo ingreso ha autorizado. La ONU rechaza que exista un desvío generalizado de la asistencia.

La punta del iceberg

Una de las mujeres que habló con AP relató las llamadas telefónicas que comenzaron en octubre, un año después de que estallara la guerra. Al principio, contó, las preguntas del hombre eran inocentes: «¿Qué pasó con su esposo?» «¿Cuántos hijos tuvieron?» Pero, según la viuda de 35 años, su tono comenzó a cambiar: «¿Qué ropa interior llevaba puesta?» «¿Cómo la complacía su esposo?».

Dijo que conoció al hombre en Muwasi, una zona que Israel había designado como área humanitaria. Relató que hizo fila para recibir ayuda y entregó su número de teléfono a un trabajador humanitario palestino, vestido con un uniforme con el logotipo de la UNRWA (Agencia de Obras Públicas y Socorro de las Naciones Unidas).
Poco después de que él recibiera su número, comenzaron las llamadas nocturnas. Él le hacía preguntas con carga sexual, contó, y ella guardaba silencio. Relató que, en un momento dado, él le pidió que lo visitara para mantener relaciones sexuales. Ella se negó, y tras casi una docena de llamadas sin que él obtuviera respuesta, bloqueó su número.
La mujer contó que lo denunció ante la UNRWA en Gaza con una denuncia verbal. Añadió que le respondieron que debía presentar una grabación de las conversaciones como prueba, pero que tenía un teléfono antiguo sin esa función.
Juliette Touma, directora de comunicaciones de UNRWA, afirmó en un correo electrónico que la agencia mantiene una política de tolerancia cero frente a la explotación sexual, atiende con seriedad cada denuncia y no exige pruebas. Sin embargo, no precisó si el personal tenía conocimiento de este incidente en particular, citando la política de UNRWA de no referirse a casos individuales, y evitó pronunciarse sobre si conocían el caso o sobre el trabajo de la agencia en materia de explotación.

La red PSEA, a la que pertenece UNRWA, señaló que las víctimas pueden denunciar de forma anónima o sin identificar al agresor, y que nunca se les exige presentar pruebas.

«Medir la magnitud de la explotación es un desafío», afirmó Sarah Achiro, coordinadora de la red encargada de prevenir y responder a la explotación y el abuso sexual en entornos humanitarios y de desarrollo. La limitada conectividad en Gaza dificulta las llamadas con las que podrían denunciarse abusos, y el desplazamiento constante complica que las víctimas busquen ayuda presencial y que las organizaciones humanitarias generen confianza.

Achiro señaló que la violencia sexual rara vez se denuncia, especialmente en contextos humanitarios o de conflicto, donde los datos suelen reflejar únicamente «la punta del iceberg».
La red PSEA informó que el año pasado recibió 18 denuncias de abuso y explotación sexual vinculadas a la entrega de ayuda humanitaria en Gaza, todas ellas contra trabajadores humanitarios o personas asociadas a ellos, como representantes comunitarios o contratistas privados. Cada denuncia es investigada por la entidad contratante de los trabajadores implicados.
La red no indicó cuántos casos se estaban investigando, alegando que no puede revelar información a menos que se concluyan oficialmente.
‘Me dije a mí misma que nadie lo creería’
Cuatro de las mujeres que hablaron con AP dijeron que los hombres que las solicitaron se identificaron como trabajadores humanitarios y, en un caso, un líder comunitario que prometía ayuda.

Al igual que la viuda, varias mujeres indicaron que esto ocurrió mientras se registraban o intentaban registrarse para recibir ayuda, y que los hombres tomaban sus números -un paso frecuente en el proceso- y luego llamaban. Las mujeres contaron que todos los hombres eran palestinos. Varias señalaron que no pudieron identificar a qué grupo de ayuda parecían pertenecer.
Naciones Unidas y las organizaciones humanitarias suelen trabajar con las comunidades locales: contratando a personas como proveedores de servicios, utilizando voluntarios o designando líderes comunitarios como enlaces.
La madre de seis hijos contó que el hombre que le prometió trabajo conducía un vehículo con el logotipo de la ONU. Después de aquel encuentro, relató, los mensajes no cesaban: llamadas de contenido sexual a altas horas de la noche y peticiones de fotografías. Relató cómo intentaba evitarlos con distintas excusas: que estaba ocupada, que su teléfono estaba roto o que no podía hablar.
Pero aproximadamente un mes después de su encuentro sexual, vio al hombre en un sitio de ayuda, en diciembre de 2023. Luego la ayudó a conseguir un trabajo de seis meses en UNRWA.
Ella dijo a AP que nunca denunció al hombre, ni su encuentro ni sus intentos de explotación.
«Me dije a mí misma que nadie me lo creería», dijo. «Quizás dirían que solo lo digo para que me den trabajo».

Cuando se le preguntó por el caso de la mujer, Touma, portavoz de la UNRWA, subrayó la política de tolerancia cero de la organización y afirmó que recabaría más información sobre los incidentes.

Desde aquel encuentro y tras finalizar su empleo, la mujer ha sido desplazada, quedó desempleada y tiene dificultades para alimentar a su familia. Contó que bloqueó el número del hombre, pero que este intentó ponerse en contacto con ella incluso este verano.
Las organizaciones advierten que, a pesar del estigma, la explotación está aumentando de forma evidente. Algunas mujeres aseguran que varios hombres les han hecho propuestas sexuales en repetidas ocasiones a lo largo de la guerra.
Una mujer de 37 años, madre de cuatro hijos, contó a AP que fue abordada en dos ocasiones, una de ellas por el director de un refugio. Contó que el hombre le ofreció comida y refugio si podían «salir juntos a algún lugar», como al mar. Dijo que entendió que le pedía sexo, por lo que se negó.
Psicólogos y organizaciones de mujeres afirmaron que los casos han aumentado a medida que la crisis se ha agravado, con más personas desplazadas, que dependen de la ayuda humanitaria y viven hacinadas en campamentos.
Una psicóloga explicó que algunas mujeres fueron expulsadas de sus hogares cuando sus maridos descubrieron lo ocurrido.
Antes de la guerra, se reportaban casos de explotación una o dos veces al año, pero su número ha aumentado drásticamente, afirmó Syam, del Centro de Asuntos de la Mujer. Sin embargo, añadió que muchas organizaciones no divulgan las cifras ni reconocen la magnitud del problema.
«La mayoría de nosotros tendemos a centrarnos en la violencia y las violaciones cometidas por la ocupación israelí», señaló Syam.
Israel afirma que lucha para desmantelar a Hamas y liberar a los rehenes tomados en el ataque de 2023 que desencadenó la guerra, y que procura minimizar el daño a la población civil tanto como sea posible.
Las mujeres que hablaron con AP dijeron que es importante tratar de aferrarse a su dignidad mientras la guerra continúa.
Durante semanas el otoño pasado, una madre de 29 años dijo que recibió llamadas de un trabajador humanitario pidiéndole que se casara con él a cambio de suplementos alimenticios para sus cuatro hijos.
Ella se negó y bloqueó su número, dijo, pero él llamó desde otros teléfonos. Insistió en que le gustaba e hizo comentarios desagradables que ella consideró demasiado vulgares para repetir.
«Me sentí completamente humillada», dijo. «Tuve que ir a pedir ayuda para mis hijos. Si no lo hacía yo, ¿quién lo haría?».

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