miércoles, diciembre 18, 2024

SIN LAS VACUNAS, ESTAS 6 ENFERMEDADES INFANTILES PODRÍAN VOLVER

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Algunas de las personas elegidas por el presidente electo Donald Trump para ocupar los principales cargos de salud pública del gobierno han expresado su escepticismo sobre la seguridad de las vacunas infantiles. Es un sentimiento compartido por un número cada vez mayor de padres, que optan por no vacunar a sus hijos.

Pero mientras todo el mundo parece hablar de los posibles efectos secundarios de las vacunas, pocos discuten las enfermedades que previenen.

Ha pasado medio siglo o más desde que muchas de las inoculaciones se hicieron rutinarias en Estados Unidos, y la experiencia de padecer estas enfermedades se ha borrado en gran medida de la memoria pública. Las preguntas actuales sobre la relación riesgo-beneficio de las vacunas podrían ser solo producto del propio éxito de las vacunas.

Esto es lo que la gente debe saber sobre seis enfermedades antaño comunes que las vacunas han contenido durante décadas.

Sarampión
El sarampión, una infección vírica que suele propagarse al toser o estornudar, es extraordinariamente contagiosa: nueve de cada 10 personas que estén cerca de una persona infectada contraerán el sarampión si no se han vacunado. El sarampión puede contraerse en una habitación hasta dos horas después de que una persona con la enfermedad la haya abandonado.

El sarampión no es una enfermedad leve, sobre todo para los niños menores de 5 años. Puede causar fiebre alta, tos, conjuntivitis y erupciones cutáneas, y si deriva en neumonía o encefalitis —inflamación del cerebro— puede llegar a ser letal rápidamente. Antes de que se autorizara la vacuna en Estados Unidos en 1963, casi todos los niños habían contraído el sarampión al alcanzar los 15 años. Decenas de miles de pacientes de sarampión eran hospitalizados cada año, y entre 400 y 500 de ellos morían.

Dos dosis de la vacuna MMR, también conocida como triple viral, tienen juntas una eficacia de alrededor del 97 por ciento en la prevención del sarampión. Pero los epidemiólogos afirman que es necesaria una tasa de cobertura de vacunación del 95 por ciento para evitar la transmisión del virus en una comunidad. En los últimos cuatro cursos escolares, la tasa de vacunación en guarderías ha caído por debajo de ese umbral; en algunas comunidades, muy por debajo.

Según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por su sigla en inglés), unos 280.000 alumnos de guardería de Estados Unidos están ahora desprotegidos, y el sarampión —que se eliminó de Estados Unidos en 2000— ha resurgido desde entonces. En 2024 se han producido 16 brotes de sarampión, frente a los cuatro de 2023. En las comunidades donde se propaga, incluso un niño vacunado puede contraer ocasionalmente la enfermedad, aunque sus síntomas suelen ser menos graves.

Difteria
La palabra griega diphthera significa “cuero”, una referencia adecuada para una infección bacteriana que crea una membrana gruesa y gris sobre la garganta y las amígdalas, asfixiando a sus víctimas. Hubo un tiempo en Estados Unidos en que hasta ocho niños de una misma familia sufrían ese destino, una carga tan grave que un historiador de la ciencia la llamó “el azote mortal de la infancia”.

La toxina que provoca la enfermedad es producida por una cepa de bacterias en las gotitas respiratorias y actúa matando los tejidos sanos, lo que puede provocar dificultades para respirar y tragar, especialmente entre los niños pequeños con vías respiratorias más pequeñas. También puede dañar gravemente los sistemas cardiaco y nervioso, provocando insuficiencia cardiaca o parálisis.

Incluso con tratamiento, una de cada 10 personas que padecen difteria respiratoria muere a causa de ella, según los CDC.

La infección se puede prevenir ahora en niños pequeños mediante múltiples dosis de la vacuna DTaP, y los preadolescentes y adultos reciben refuerzos llamados Tdap. Gracias a las vacunaciones, los casos en Estados Unidos han pasado de más de 100.000 al año en la década de 1920 a —en promedio— menos de uno.

Tétanos
Una infección de tétanos plenamente desarrollada puede ser una visión alarmante: los puños cerrados, la espalda arqueada, las piernas rígidas por espasmos musculares extremos e insoportables que duran varios minutos. Fluctuaciones extremas de la tensión arterial. Corazón acelerado. Músculos del cuello y del estómago tan tensos que impiden respirar.

El tratamiento del tétanos debe ser inmediato, y hasta el 20 por ciento de quien se infecta muere.

Todo empieza con una bacteria que permanece latente en la tierra y en las heces de los animales hasta que entra en el cuerpo a través de la piel abierta, como en un corte. El microbio empieza a crecer, dividirse y liberar una toxina que afecta los nervios.

Las vacunas que contienen el toxoide tetánico empezaron a administrarse a los niños en EE. UU. en la década de 1940, cuando se producían más de 500 casos al año. Ahora los niños están protegidos mediante múltiples dosis de la vacuna dTap, que también protege contra la difteria y la tos ferina (también conocida como tos convulsa). Desde 2000, el número anual de casos es inferior a 50.

Paperas
El virus de las paperas, que se propaga a través de la saliva y las gotitas respiratorias, provoca fiebre e inflamación de las glándulas salivales de los oídos —por eso los pacientes suelen tener la mandíbula y las mejillas hinchadas— y, en casos graves, puede causar sordera.

La enfermedad es peligrosamente insidiosa: puede permanecer latente hasta un mes antes de que aparezcan los síntomas, y la mayoría de las personas son infecciosas antes de que se les inflamen las glándulas salivales. Las complicaciones son más frecuentes en adultos que en niños, pero pueden incluir inflamación de ovarios y testículos —que puede causar infertilidad o esterilidad— o del cerebro y la médula espinal, lo que puede exponer a los pacientes al riesgo de convulsiones y derrames cerebrales.

Estados Unidos empezó a vacunar contra las paperas en 1967 y posteriormente se produjo un descenso del 99 por ciento de los casos. Pero los casos anuales en Estados Unidos —que antes oscilaban entre 200 y 400— han superado los 1000 nueve veces desde 2006. En tres ocasiones superaron los 6000.

Rubeola
El primer signo de la rubeola suele ser una erupción en la cara, y aunque la infección suele ser leve en los niños, puede resultar devastadora para las mujeres embarazadas a las que infecta.

Cuando se transmite al feto, la rubeola puede causar un aborto espontáneo o provocar defectos congénitos graves, como problemas cardiacos, daños en el hígado o el bazo, ceguera y discapacidad intelectual. Cada año nacen en el mundo al menos 32.000 bebés con síndrome de rubeola congénita. Aproximadamente un tercio de ellos muere antes de cumplir un año.

La rubeola se transmite al toser y estornudar, y hasta la mitad de las personas que contagian la infección no saben que la tienen. La mayoría de las mujeres que contraen la rubeola en la edad adulta dicen experimentar artritis. En casos raros, la rubeola también puede causar infecciones cerebrales y problemas hemorrágicos. No existe un tratamiento específico.

Antes de que se autorizara una vacuna en Estados Unidos en 1969, la rubeola era frecuente entre los niños pequeños, con repuntes que se producían en un ciclo de seis a nueve años. En 2004, Estados Unidos declaró eliminada la enfermedad. Ahora las infecciones se importan sobre todo de otras partes del mundo; los casos anuales se redujeron de unos 47.000 antes de la vacuna a solo seis en 2020.

Polio
Los padres de principios de la década de 1950 vivían con un terror que pocos podrían imaginar más tarde: la perspectiva sustancial de que su hijo pudiera tocar el juguete equivocado y acabar en una silla de ruedas, en un pulmón de acero o en una tumba.

Las epidemias de poliomielitis, que venían produciéndose desde hacía décadas, habían adquirido una nueva magnitud a mediados del siglo XX, matando o paralizando cada año a más de medio millón de personas en todo el mundo. Las familias evitaban los espacios públicos y rechazaban las citas para jugar en verano, sabiendo que la enfermedad atacaba con rapidez: en palabras del historiador y escritor Richard Rhodes: “Un día te dolía la cabeza y una hora después estabas paralizado”.

En algunas partes del mundo, la enfermedad sigue siendo una gran amenaza. Se transmite por exposición a materia fecal, como en alimentos u objetos contaminados. La mayoría de quienes contraen el virus no presentan síntomas visibles, aunque pueden transmitirlo. Aproximadamente una cuarta parte desarrolla síntomas comunes de la gripe, como dolor de garganta, fiebre y náuseas.

En casos graves, la poliomielitis puede afectar a los nervios y al cerebro, causando meningitis y parálisis. Cuando se ven afectados los músculos responsables de la respiración, el caso puede ser letal. E incluso décadas después de una infección de polio resuelta, las personas pueden experimentar debilidad muscular y atrofia, lo que se conoce como síndrome postpolio.

En Estados Unidos, las vacunas redujeron los casos de poliomielitis paralítica de más de 21.000 en 1952 a solo uno en 1993. Pero en 2022, los CDC confirmaron un nuevo caso en el condado de Rockland, Nueva York, que tenía una baja cobertura de vacunación. La agencia calificó el caso único de emergencia de salud pública.

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