martes, octubre 1, 2024

SER PRESIDENTA ERA IMPENSABLE: LAURA CHINCHILLA

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Para las mujeres que nacieron y crecieron en la segunda mitad del siglo pasado en América Latina, ser Presidenta aún era inimaginable pues no existían referentes que demostraran que era posible. Así fue el caso de Laura Chinchilla, quien en 2010 se convirtió en la primera mujer en llegar a la Presidencia de Costa Rica.

Además de ella, sólo seis mujeres más habían alcanzado a través del voto la Presidencia de algún país de América Latina. Hoy, Claudia Sheinbaum se convierte en la octava.

Pero aunque las mujeres han accedido a más puestos de representación política e incluso los más importantes, los prejuicios en su contra siguen vigentes. De acuerdo con Chinchilla, la violencia política de género ha llegado a niveles nunca antes vistos.
«Yo asumí que por el hecho de que la gente había votado por mí, ya se habían graduado de esos sesgos de los que hemos hablado, sin imaginar que quizás la parte más compleja, más dura, apenas estaba por venir, porque la gente parte de nuevo de cero y te empieza a poner pruebas que no imaginabas», comentó en entrevista con Grupo REFORMA.
En 2010 te convertiste en la primera Presidenta de Costa Rica. De niña, ¿alguna vez pensaste y soñaste en convertirte en la primera Presidenta de tu país? ¿Qué se siente romper el techo de cristal más alto en política?

Fue un gran honor que me hizo mi gente aquí en Costa Rica de elevarme a esa posición después de casi 180 años de vida republicana. Cuando nací ni siquiera era imaginable esa posibilidad, una niña no podía soñar con aquello que no existía. Me puse a googlear el año 1959 y resulta que Wikipedia para 1959 solamente tenía dos hechos históricos con nombres de mujer, uno era el de Indira Gandhi, que se había convertido en la secretaria general de su partido y quien posteriormente fue Primera Ministra de India, y el otro nombre femenino era el de la Barbie, porque la Barbie nació el mismo año que yo. Entonces yo no soñaba con ser Presidenta porque era inimaginable. A medida que avanza mi carrera política, fui haciendo los méritos, y finalmente Costa Rica se convenció de que se podía elegir a una mujer.
Antes de la elección de Claudia Sheinbaum como la primera Presidenta de México, sólo otras siete mujeres han ocupado este cargo en América Latina a través del voto. ¿Cuáles son los obstáculos que enfrentan las mujeres y qué muros dirías que ya se han derribado?

Es cierto que hemos sido somos pocas, aunque eso no necesariamente habla de los éxitos o evoluciones de la región. Eso deberíamos complementarlo con los avances que hemos tenido en materia de representación política en los Congresos. América Latina es una región que viene avanzando más en materia de participación política de las mujeres. Ya tenemos varios países con 50 por ciento de representación femenina en los Congresos, México es uno de ellos. Entonces sí, el avance es lento, pero hay progreso.
Yo diría que parte de la clave del éxito que hemos tenido en América Latina tiene que ver con que las mujeres han entendido la importancia de la acción colectiva, y entonces hemos emprendido estas conquistas como un tema de lucha colectiva, como un tema de verdad del género y no solamente como mi logro personal.
En segundo término, creo que la aprobación y la acogida que tuvieron en toda la región -con excepción de dos o tres países que están rezagados- los mecanismos de cuotas y acción afirmativa, y posteriormente la paridad, también ha ayudado mucho.
Pero no es suficiente, porque, a pesar de que hemos conquistado más puestos, ahora somos víctimas de mayores niveles de violencia política, los niveles más altos de la historia y más que la que reciben los varones, lo cual sigue siendo el peor obstáculo que enfrentamos en América Latina, pero también a nivel global. Son los de tipo intangible, los prejuicios y las normas sociales, los valores culturales que siguen degradando a la mujer por el hecho de ser mujer. Soy miembro del Consejo Asesor del Informe de Desarrollo Humano y publicamos un informe sobre desigualdades, la encuesta global de valores nos dice que 25 por ciento cree que el varón puede seguirle pegando a su esposa.
La violencia política de género incluye grados desde la física, la psicológica, la simbólica, la sexual y la económica, ¿cómo combatirla? ¿qué tan grave es la situación?
En este momento es quizás el principal problema que estamos enfrentando con consecuencias. Muchas veces las mujeres desertan mucho más rápido que los hombres de estas posiciones que les costó conquistar, no logramos retenerlas en los puestos. Tiene que ver sobre todo con el cambio de valores y de actitudes. En ese sentido, es importante la socialización de la figura femenina a través de los medios de comunicación, de las redes sociales, todo lo que tengamos o que podamos hacer a través de la educación en los hogares, en las escuelas, en los colegios, resulta fundamental.
Yo espero que a Claudia le vaya bien como Presidenta desde el punto de vista de la valoración como mujer, pero casi siempre quienes hemos llegado sobre todo por primera vez no nos hemos terminado de sentar en la silla, incluso antes en las campañas o en los procesos previos ya empiezan a disminuir nuestra autoridad, porque siempre encuentran un hombre detrás de nosotros que son los que manejan los hilos. Durante mi campaña, la figura preferente de la Oposición era una marioneta que me representaba manejada por hilos conducidos por hombres. Eso se sigue repitiendo, te ponen menos atención en lo que decís, más atención en cómo vestir o cómo lucir, se reiteran las preguntas sobre si lloraste o no lloraste, sobre tus emociones, y no sobre tu pensamiento y tus decisiones, de manera que el contraste es enorme, y entonces la gente va recibiendo una imagen de debilidad en una posición que siempre ha estado asociada a figuras fuertes y a valores masculinos.
Yo tenía una carrera política de 25 años, gané por mucha diferencia electoral, pero los prejuicios se volvieron a instalar una vez que ya me vieron como figura presidencial, y entonces en algunas ocasiones hasta confundían los términos, me llamaban Primera Dama, seguía habiendo una resistencia a otorgarme el título de Presidenta.
Cuando las mujeres rompen muros, ¿se les observa con una lupa mucho más grande que a los hombres? ¿Se les exige más?
Son lentes diferentes, pero claro que al asumir posiciones que históricamente han ocupado los hombres, la gente quisiera acomodarte a un golpe que no te calza porque simple y sencillamente somos diferentes, actuamos, nos comportamos y a veces también vibramos de manera diferente, entonces al no calzar con ese molde es cuando empiezan a decir: «Es que no sirve para la posición», cuando en el fondo simplemente los énfasis o el estilo es distinto.
Durante la pandemia (de Covid-19) pudimos ver que aun cuando hay muy pocas mujeres gobernando, aquellas que estaban gobernando lograron gestionar una de las crisis más complejas que ha vivido la humanidad de mejor manera que el resto de sus colegas varones. Los análisis nos dicen que el liderazgo femenino, por ejemplo, tiene al menos dos o tres características bastante distintivas que facilitan el manejo de crisis. Las mujeres somos muchísimo menos arrogantes en nuestra aproximación al ejercicio del poder, escuchamos, y en crisis de este tipo escuchar a los que saben, a los expertos, se volvió una clave para el manejo efectivo de la crisis. Lo segundo es que tendemos a ser más compasivas. Y finalmente, el liderazgo colaborativo, entender que no somos nosotras las que lo solucionamos, sino en el marco de un proceso de colaboración. Esas son características valiosas, pero que muchas veces no calzan con patrones masculinos, y en lugar de exaltarlas, nos condenan por ellas.
Fuiste Ministra de Seguridad Pública y Ministra de Justicia, ¿qué mensaje le darías a niñas y jóvenes que sueñan con incorporarse al poder público, ser Presidentas u ocupar otros cargos?
Creo que uno de los grandes pecados de la política latinoamericana ha sido que los Presidentes nunca se retiran. Tenemos que ser capaces de renovar la política con sangre joven, con sangre nueva, que vengan con nuevas ilusiones y nuevas visiones. La realidad se vuelve cada vez más cambiante y la gente joven a veces la entiende más. Entonces es invitarles a que abriguen la vida pública, ya sea a través de una carrera política, pero también a través de una carrera en la Magistratura, una carrera parlamentaria o como simple funcionario público. Ahora más que nunca requerimos de aparatos estatales profesionales, estables, independientes, y que trabajen con la mayor integridad.
¿Qué consejo le darías a Claudia Sheinbaum, de Presidenta a Presidenta? ¿Y cómo impulsar Gobiernos inclusivos y con perspectiva de género?
Hay dos consejos que me parece pueden ser valiosos. Uno es no descuidar la importancia de la comunicación, pero esa comunicación tiene que ir dirigida no solamente a contar tu historia, sino contarla considerando esa sensibilidad y esos prejuicios que están sembrados en la población. Los asesores de comunicación para una mujer no son los mismos que los que un hombre necesita cuando gobiernan, a veces descuidamos eso, que no lo descuide, porque tarde o temprano se le puede poner en contra.
Lo segundo es que se va a dar cuenta de que las mujeres son de una gran lealtad, son las últimas que nos abandonan y las primeras que vuelven en los momentos en que salimos de crisis determinadas, y entonces no olvidarse de gobernar también para ellas, especialmente para ellas. Aquí no estamos haciendo discriminación, sabemos que las mujeres padecen mayores niveles de pobreza, de marginalidad, que a pesar de que han mejorado en los estudios, siguen sin ser contratadas por el mercado laboral. Que siempre la recuerden como una mujer que honró esas luchas que hicieron posible que haya llegado a la Presidencia.
Sheinbaum va a ser la primera comandanta suprema del Ejército, el cual ha adquirido más poder político, económico, legal, constitucional, ¿hay alguna recomendación en este sentido?
Va a tener el desafío de imponer su autoridad. Yo fui la primera Ministra de Seguridad de Costa Rica, y aunque no tenemos Ejército, en nuestra propia escala de valores, los cuerpos de seguridad tienen sus rasgos también de autoritarismo, de espíritu de cuerpo, etcétera, y no fue fácil imponerse como mujeres.

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