Cada 24 de diciembre, en muchas casas mexicanas, la cena navideña tiene un invitado casi obligado: el pavo. Y aunque la imagen del pavo relleno ha trascendido en todo el mundo, lo cierto es que esta costumbre tiene sus raíces profundas en la historia prehispánica de México.
Pero, ¿por qué precisamente el pavo? La respuesta tiene un viaje histórico que involucra a las antiguas civilizaciones y a la llegada de los españoles.
La conexión entre el pavo y la Navidad en México se remonta a tiempos de los aztecas y otras culturas mesoamericanas. El guajolote, como se le conoce en México, es originario de la región y fue el primer animal domesticado por los pueblos nativos hace más de 3000 años. De hecho, el término «guajolote» proviene del náhuatl huauhtl, que significa «gran monstruo», en alusión a su tamaño imponente para los antiguos habitantes de la región. Para los mayas, el guajolote era considerado un animal sagrado, mientras que para los mexicas, tenía un vínculo especial con Huitzilopochtli, el dios supremo de la guerra y el sol, relacionado con el solsticio de invierno.
La llegada del pavo a Europa y su incorporación a las cenas navideñas ocurrió mucho después. Fue en 1528 cuando Pedro de Alvarado, uno de los conquistadores españoles, tuvo la idea de celebrar la primera Navidad en México con una mezcla de tradiciones indígenas y europeas, dando inicio a la inclusión del guajolote en las celebraciones navideñas. Sin embargo, el animal no solo fue apreciado en México; los primeros guajolotes enviados a Sevilla en el siglo XVI fueron clave para su propagación en Europa, especialmente en países como Francia, Italia y Alemania. No fue hasta 1573 cuando el pavo apareció en las cenas navideñas europeas, pero sería en 1851, cuando el pavo se consolidó como el platillo principal en las mesas de la realeza inglesa.
Si bien en muchos países la figura del pavo es central en la Navidad, México mantiene una relación especial con este animal, no solo por su rol en las celebraciones navideñas, sino porque se trata de un animal 100% mexicano. El guajolote se ha mantenido como uno de los platillos más representativos de la gastronomía mexicana, y su consumo en Navidad sigue siendo una tradición en el país.
Hoy, aunque muchos hogares mexicanos también sirven otros platillos como lomo, romeritos o incluso bacalao, el pavo sigue siendo el protagonista de la cena de Nochebuena, no solo por su sabor, sino por todo lo que representa: un vínculo entre el pasado indígena de México, la llegada de los conquistadores y la globalización de las tradiciones navideñas.