Chiapas.- Cientos de indígenas de los Altos y Norte de Chiapas llenaron ayer la plaza de este municipio para asistir a la misa de cuerpo presente del sacerdote y activista Marcelo Pérez, quien fue asesinado el pasado domingo a balazos en San Cristóbal de las Casas.
Entre aplausos, llantos de mujeres que se cubrían el rostro con un velo blanco, coronas de rosas y música tradicional, el ataúd de madera fue sacado de la vivienda de sus padres, Miguel Pérez Santiz y Antonia Pérez, donde fue velado desde la tarde del lunes.
Una de las últimas veces que Marcelo se reunió con sus familiares les hizo saber si lo asesinaban no deberían buscar venganza ni a los responsables.
Sus familiares señalaron que cada 15 días, cuando el sacerdote llegaba a la vivienda de cemento ubicada muy cerca de la parroquia, les decía que estaba en peligro, pero agregaba que «moriría haciendo el bien».
Quienes conocían al sacerdote sabían de su compromiso por el activismo, su fe por la Iglesia, además de su gusto por las verduras, la hierba mora y los huevos cocidos.
«Me enseñaste muchas cosas, el valor, velar por la parroquia de Simojovel; sé que sigues intercediendo por nosotros, por las comunidades, en especial por la comunidad La Pimienta, los 31 niños que fueron vacunados, nos ayudaste», dijo un indígena de Simojovel durante el funeral.
Varios hombres cargaron el féretro para dejarlo en la plaza, frente a la antigua iglesia de San Andrés, donde don Miguel, su padre, se sentó a un lado, entre llantos, al ver el rostro de su hijo tras la ventanilla del ataúd.
«Sí hay miedo, somos seres humanos», dijo uno de los sacerdotes que acompañó la misa y quien aseguró que el prelado también había denunciado la operación sin freno del crimen organizado.
«Marcelo no militaba con ningún partido político ni era de un grupo, sino ministro de Dios; quería que viviéramos como hermanos, que Chiapas no fuera un infierno, sino un paraíso de paz», dijo el obispo Felipe Arizmendi durante la misa.
En la homilía, que se celebró en tzotzil y en castellano, también se dijo que hace 20 años Arizmendi ordenó como sacerdote a Marcelo, uno de nueve hermanos y que nació en una comunidad cercana a San Andrés Larráinzar.
«Respetamos al sacerdote, por eso hemos venido a su misa de cuerpo presente», manifestó una habitante, al tiempo que la música de un grupo de jóvenes entonaba canciones católicas.
«Tenía una orden de aprehensión infundada por la delincuencia y con permiso de las autoridades corruptas. Aún sabiendo que su vida peligraba, amó a los pueblos, pedía un alto a la violencia desbordada en el estado», señaló un sacerdote al tomar la palabra frente al puñado de feligreses que viajó de diversas regiones del estado.
El cuerpo del prelado será depositado hoy en un espacio de la parroquia de San Andrés, la misma iglesia donde a veces oficiaba misas en compañía del párroco.