Un nuevo método para recuperar los corazones de los donantes de órganos ha desatado un debate acerca de lo sorprendentemente confusa que es la línea entre la vida y la muerte en un hospital y de si existe la posibilidad de que los donantes puedan tener todavía algún rastro de conciencia o dolor cuando se les extraen los órganos.
Este nuevo método, que ha causado una división entre los principales hospitales de la ciudad de Nueva York y de otros lugares, ha sido impulsado por el hospital Langone Health de la Universidad de Nueva York en Manhattan, el cual afirma haberse convertido en el primer hospital de Estados Unidos en probar este nuevo método en 2020.
Pero el Hospital Presbiteriano de Nueva York, el cual posee el programa de trasplantes más grande de la ciudad, ha rechazado esta técnica después de que un comité de ética de ese lugar analizó el asunto.
Si se adopta de manera más generalizada, este método aumentará considerablemente la cantidad de corazones disponibles para trasplantes, cosa que ayudará a salvar vidas.
La razón es que, en la actualidad, la mayoría de los donantes de corazón proceden de una pequeña categoría de personas fallecidas: donantes con muerte cerebral casi siempre después de un incidente traumático, por ejemplo, un choque automovilístico. Pero siguen con respiración asistida –su corazón late y su sangre circula y transporta oxígeno a los demás órganos– hasta que un equipo de trasplantes recupera los órganos.
Según los cirujanos, la nueva técnica extiende de manera considerable el grupo potencial con pacientes en estado de coma, pero sin muerte cerebral, y cuyas familias les han retirado la respiración asistida debido a que son mínimas las posibilidades de recuperación. Después de que el corazón de estos pacientes se detiene, se les declara muertos. Pero su corazón casi nunca se recupera porque muchas veces se encuentra dañado por la pérdida de oxígeno durante el proceso de muerte. Los cirujanos descubrieron que regresar el flujo sanguíneo al corazón, después de que el donante ha sido declarado muerto, lo reparará a un nivel sorprendente y lo hará apto para su trasplante.
Sin embargo, hay dos aspectos de este procedimiento que incomoda a algunos cirujanos y especialistas en bioética. De acuerdo con algunos de ellos, el primer problema procede de la manera en que tradicionalmente se define la muerte: el corazón se detiene y la circulación de la sangre cesa de manera irreversible. Debido a que el nuevo procedimiento implica volver a iniciar el flujo sanguíneo, los detractores sostienen que esto prácticamente invalida la declaración previa de muerte.
Pero tal vez eso sea un problema de poca importancia si se compara con otro paso que toman los cirujanos: usar pinzas de metal para cortar el flujo sanguíneo que va del corazón resucitado a la cabeza del donante con el fin de restringir el flujo sanguíneo hacia el cerebro y evitar la posibilidad de que se recupere cualquier actividad cerebral.
Algunos médicos y especialistas en ética señalan que ese es un reconocimiento tácito de que tal vez el donante no esté legalmente muerto.
“Hacer esto es un poco siniestro”, señaló V. Eric Thompson, un experimentado cirujano del corazón y especialista en trasplantes, durante una mesa redonda acerca de este procedimiento llevada a cabo en fechas recientes en la Escuela de Medicina de la Universidad de Yale. Como una cuestión legal, hay dos maneras diferentes de determinar si alguien falleció. Además de la muerte circulatoria, está la muerte cerebral. Aunque su corazón siga latiendo, alguien cuyo cerebro ya no funciona en absoluto también puede ser declarado muerto. Por otro lado, el nuevo grupo de posibles donantes procede de la primera categoría y no tiene muerte cerebral. Es posible que los pacientes parpadeen si se les toca el globo ocular y que jadeen si se les retira la sonda de respiración. En ellos la muerte no es inmediata: pueden pasar 5 o 50 minutos después de que se les haya retirado la respiración asistida y el médico declare que la circulación se ha detenido.
De acuerdo con Nader Moazami, un cirujano de trasplantes en el hospital Langone de la Universidad de Nueva York, quien supervisó el primer procedimiento realizado allí, el nuevo método usa una máquina de derivación cardiopulmonar para recuperar casi 30 corazones de esos pacientes, mismos que de otra manera no se habrían trasplantado.
El Centro Médico Vanderbilt de Nashville, Tennessee, aceptó el procedimiento, y comenzó a aplicarlo poco tiempo después del hospital Langone de la Universidad de Nueva York y desde entonces se ha realizado otras veces. No obstante, algunos grupos de médicos lo han rechazado rotundamente.
El Colegio Estadounidense de Médicos señaló que, al parecer, bloquear las arterias que van al cerebro para asegurar la muerte cerebral mientras se restaura la circulación viola la “regla del donante muerto”, que es un principio fundamental en el trasplante de órganos en Estados Unidos para garantizar que la obtención de órganos no sea la causa de muerte de un donante.
Robert Truog, un especialista en bioética de la Escuela de Medicina de la Universidad de Harvard que se presentó en la mesa redonda de la Universidad de Yale, afirmó que esta nueva técnica prometía aumentar la cantidad de corazones de donantes disponibles, pero sentía que sus defensores estaban minimizando los dilemas éticos y legales.
“Me preocupa un poco que entre los profesionales especialistas en trasplantes se esté dando en este caso algo de manipulación con el público”, dijo Truog en la mesa redonda del mes pasado. El debate acerca del procedimiento -a veces denominado perfusión regional normotérmica (NRP, por su sigla en inglés)- se parece a otros debates médicos y legales anteriores relacionados con la manera de definir la muerte, de dónde indicar el momento que separa a la persona agonizante de la que ya está muerta y lo que se les permite hacer a los médicos en esos últimos minutos. Algunos especialistas plantean incluso la posibilidad de llegar a juicio.
“Algún ambicioso fiscal de distrito podría alegar de manera convincente que los médicos que siguen el protocolo de la NRP tenían también la intención de volver irreversibles algunas funciones cerebrales que no habrían cesado permanentemente, lo que garantizaría la muerte del paciente”, escribieron el año pasado dos especialistas en trasplantes -Alexandra Glazier, una abogada que administra una red de donación de órganos en Nueva Inglaterra, y Alexander Capron, un especialista en bioética y profesor de la Universidad del Sur de California- en un artículo de opinión de la revista American Journal of Transplantation. En la actualidad, hay 103.327 personas en la lista de espera para trasplantes a nivel nacional y todos los días fallecen unas 17 mientras esperan. La mayoría está esperando un riñón o hígado. Los trasplantes de corazón no son tan comunes y solo se realizan unos 3500 al año.
Todos los años, el 20 por ciento de quienes aparecen en la lista a la espera de un corazón fallecen o se eliminan de esta porque ya se encuentran demasiado enfermos. Es posible que gracias a los avances científicos algún día se disminuya la falta de órganos disponibles para trasplantes. Tal vez la solución sea obtener órganos de cerdos genéticamente modificados o de órganos humanos que se desarrollen dentro de animales. O quizás de órganos desarrollados desde cero en un laboratorio. Pero hasta entonces, se va a necesitar usar corazones de donantes para aumentar la cantidad de trasplantes de corazón.
Una empresa de Massachusetts, TransMedics, vende una máquina para mandarle sangre oxigenada al corazón que ya se encuentra fuera del cuerpo, lo cual evita el debate ético. Cuando retiran el corazón del donante, lo pasan a algo parecido a un recipiente de Tupperware donde la sangre circula a través de él; pero el uso de los aparatos puede ser costoso. El procedimiento de la NRP es más barato.
El equipo de Moazami lo aplicó por primera vez el 20 de enero de 2020 en un donante de 43 años que tenía una enfermedad hepática en fase terminal. La acumulación de toxinas en su cuerpo lo había puesto en estado de coma. Con el permiso de la familia, retiraron el respirador artificial; después de cinco minutos, el paciente tuvo dificultad para respirar y a los catorce minutos el corazón se detuvo. Diez minutos más tarde, el equipo de Moazami le abrió el pecho, sujetó las arterias que van al cerebro y comenzó a bombear sangre a través de su cuerpo mediante una máquina de derivación, el mismo aparato que se usa habitualmente en las cirugías de corazón abierto.
Al final, el corazón volvió a latir por sí mismo y después de media hora, los cirujanos lo retiraron para luego trasplantarlo.