sábado, octubre 19, 2024

DE SER UNA DE LAS MÁXIMAS PROMESAS DE SAN LORENZO A SER CONDENADO A CADENA PERPETUA

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Tenía 17 años y era el secreto mejor guardado del fútbol argentino. Por el Bajo Flores los hinchas de San Lorenzo que seguían las Inferiores sólo hablaban de un pibe que pintaba para ser el nuevo Tevez: Lautaro Carrachino. Y no sólo por su procedencia de un barrio vulnerable, en su caso de La Matanza, sino sobre todo por cómo quemaba las redes de los arcos rivales.

El nueve de la Sexta, el pibe que venía saltando etapas a caballito de una fuerza indomable, que se llevaba a los defensores rivales a la rastra, estaba a punto de entrar en las ligas grandes. Había debutado en Reserva y había maravillado al cuerpo técnico de Primera, que por entonces era encabezado por el Patón Bauza. Lo subieron a entrenar con los profesionales y le hicieron su primer contrato. Lautaro Carrachino era el nombre que iba a sonar en el mundo de la redonda por los próximos 15 años.

Pero la historia terminó mal: aquel pichón de goleador se transformó en un delincuente completo y terminó condenado ayer a cadena perpetua. De los pantalones cortos y la camiseta azulgrana al traje a rayas. Del césped a la narcocriminalidad primero y ahora al frío cemento de la prisión para siempre. La historia podría haber sido distinta pero no: las fotos del futuro crack quedaron en sepia para siempre.

La condena que recayó sobre sus espaldas tiene que ver con el crimen de Rubén Oscar López, asesinado el 27 de enero de 2020, cuando una banda liderada por el ex futbolista y un cómplice llamado Cristian Cruz, alias Chuky, irrumpieron en su departamento de Ciudad Evita para instalar un bunker de venta de drogas. Carrachino negó haber estado presente en el hecho y en el juicio declaró que para ese momento él estaba en la Costa Atlántica, primero en Sierra de los Padres y después, hasta el 2 de febrero, en Santa Clara del Mar.

Es más, aseguró que se podía constatar que había ido a bailar por entonces a los balnearios Mute y La Caseta de Mar del Plata y también al popular Balneario 12, donde concurren habitualmente futbolistas. Y presentó amigos testificando a su favor. Pero para la Justicia, su llegada a las playas se dio a posterior del crimen y fue precisamente para tratar de forzar una coartada. Porque además hubo tres testigos del asesinato que lo marcaron como quien junto a Chuky lideraban “La banda del 15″, en referencia a ese monoblock de Villegas, y los reconocieron como quienes fueron al departamento de López y le dieron dos horas para irse o lo mataban. “Y como no se fue, volvieron y cumplieron”, aseguraron en el juicio. Y tras esos testimonios su suerte, como la de Chuky Cruz, quedó sellada.

Carrachino llegó preso al juicio, ya que fue detenido en octubre de 2020 tras pasar diez meses prófugo. Cuando Infobae dio la noticia hace tres largos años, el mundo del fútbol se conmovió. Muchos recordaban a ese jugador morocho, morrudo, del que hablaban todos en el mundo de los Juveniles. Su caída, en realidad, había comenzado unos años antes. Su futuro era tan promisorio que dos representantes de primer nivel, como Adrián Ruocco (el manager de Tevez) y Agustín Jiménez (el de De Paul, por ejemplo) se apuraron a contratarlo para su escudería.

No era para menos: venía siendo el goleador de las Divisiones Inferiores y en Séptima y Sexta lo hizo con marcas imposibles, lo que lo llevó directo a la Reserva que por entonces dirigía el Pampa Biaggio. Pero las malas juntas se cruzaron en su vida al mismo tiempo que la pelota. Primero lo fueron a buscar y se lo llevaron esposado de un entrenamiento acusándolo de haber participado de un robo y un crimen en el barrio Villegas cuando tenía 14 años. Su condición de menor entre otras circunstancias lograron que la causa quedara atrás. Para olvidarse de todo, sus representantes lo sacaron del barrio y le alquilaron una casa en otra zona del Oeste y el club le hizo su primer contrato, cuando Bernardo Romeo era el manager. Un nueve ídolo parecía pasarle la posta al que venía llegando.

Pero ese dinero que empezó a fluir fue al mismo tiempo su perdición. Los amigos del barrio volvieron por él y el que venía para ser el nuevo Tevez, empezó a mostrarse en boliches hasta altas horas de la madrugada, haciendo gala de costosas cadenas de oro y con la actitud de quien se quiere llevar la vida por delante a cualquier costo. Y eso le pasó factura al cuerpo.

“Era un delantero muy interesante. Llegó a entrenar en la Primera con Bauza. Era potente, tenía un arranque fuerte. Yo le hice el primer contrato. Pero después no progresó”, le contó Bernardo Romeo a Infobae cuando se conoció la historia. “Venía de un contexto de mucha vulnerabilidad y en cuanto se convirtió en profesional trabajamos desde el departamento psicológico intentando que se enfocara en su carrera. Hay muchos casos delicados que pasan por nuestras manos en los clubes y que hemos resuelto. Pero a veces no se logra. Hay mucha rebeldía, frustración y poca tolerancia cuando no se llega rápido y eso conspira contra el objetivo”, afirma Rubén Castro, por entonces psicólogo de la institución. Y aunque el padre intentó encarrilarlo junto con los representantes, el barrio pudo más.

San Lorenzo creyó que si le daba continuidad en un club del Ascenso, Carrachino podía volver a ser. Y lo envió a préstamo a Almagro, para relanzar su carrera. Pero Carrachino no lo vio como una oportunidad sino como un retroceso. Y en vez de esforzarse, se dejó estar. Apenas estuvo como suplente en 11 partidos de toda la temporada 2018/19, de los que ingresó en cuatro, jugando sólo 69 minutos y sin destacarse. “No funcionó. Nos habían dicho de sus antecedentes futbolísticos muy interesantes, pero acá si bien no generó problemas tampoco logró insertarse. Era un chico muy callado y cuando terminó el préstamo, lo devolvimos a San Lorenzo”, cuenta Julián Romeo, por entonces presidente del club.

Ese fue el golpe final en el ego de Carrachino. San Lorenzo lo dejó libre y en vez de buscar una chance en otros clubes, decidió tomar el rumbo de sus amigos del barrio. En pocos meses pasó de futbolista a líder del narcomenudeo en “La banda del 15″. Se hicieron fuertes con todo tipo de sustancias y empezaron a ampliar los dominios. Uno de esos intentos fue copar departamentos en Ciudad Evita para convertirlos en bunkers. Lograron su objetivo en algunos casos, pero cuando llegaron el 27 de enero de 2020 al monoblock 18 se encontraron con la resistencia de Rubén López a entregar su hogar.

Le dieron dos horas para irse o lo mataban. López se quedó y el final ya es conocido. Según los testimonios en el juicio, Carrachino llegó con una pistola y apuntó, al igual que su colega Chucky Ruiz. Y así, quien podría haber sido un crack del fútbol, cambió su historia para siempre.

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