miércoles, septiembre 25, 2024

CHICHÉN ITZÁ; SATURACIÓN, EXTORSIÓN Y EXPLOTACIÓN

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Visitantes y trabajadores deben enfrentarse a la zona arqueológica donde los intereses por controlarla están muy arraigados.

Chichén Itzá es la zona arqueológica más visitada del hemisferio. Un promedio de 7 mil 500 visitantes diarios la convierte en un punto neurálgico de la península de Yucatán. Su afluente diario casi duplica a Machu Picchu en Perú, la cual está también señalada por una organización privada como “maravilla del mundo moderno”.

La atracción por esta antigua ciudad maya provoca una derrama económica en toda la región del sureste de hasta 20 mil millones de pesos anuales.

Sin embargo, los flujos de personas y económicos también conllevan a la zona de Chichén Itzá a los mismos problemas de una microciudad: ambulantaje, vandalismo, acoso a turistas, desechos industriales, deforestación, lucrativos sindicatos de guías, tráfico de boletos, explotación laboral, expolotación infantil y conflicto de tierras.

En diversos recorridos por la zona arqueológica y sus inmediaciones lo primero que surge a la vista es la saturación y rebase de las instalaciones del llamado parador de acceso al sitio.

Decenas de autobuses estacionados en un largo compás de espera, un estacionamiento congestionado y miles de visitantes que forman un cuello de botella en taquillas y torniquetes.

Asimismo, el transporte público está limitado, una combi de Pisté-Chichén Itzá- Kaua-Valladolid puede demorar en pasar más de una hora y no hay ni bancas para esperar el colectivo.

En este lugar todo está rebasado: baños, estacionamientos, taquillas, puertas de acceso, ambulantaje, indigencia, corrupción y los servicios en general. El tiempo de funcionalidad del parador de acceso hace años concluyó.

En las horas de mayor caos, como si fuera un aeropuerto, están al acecho agrupaciones de guías y comerciantes informales que como halcones se distribuyen de forma estratégica para acechar presas.

Aunque el parador está bajo la administración de la oficina de Cultura adscrita al gobierno del estado de Yucatán es el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) quien al final debe velar por la integridad de los visitantes e impedir la expansión de vicios añejos que hacen incómoda la experiencia para algunos turistas.

Hoy la Guardia Nacional debió hacerse presente al menos en el acceso principal por los conflictos sociales de ejidatarios, regidores del municipio de Tinum (donde está edificada la zona arqueológica) transportistas, comerciantes ambulantes y guías.

Recién ingresa un visitante al poblado de Pisté en transporte particular cuando comienza a ser abordado por supuestos “guías certificados” para ofrecerle el servicio de mostrarle la zona pero con el coste del acceso incluido.

El abordaje de turistas se convierte en algunos casos en acoso porque los sindicatos de guías no sueltan al paseante y de forma escalonada lo abordan para que al llegar a la entrada principal ceda a contratar los servicios.

Para el visitante no concluye el tedio con los guías. También deben sortear a los comerciantes informales, antes, durante y después de visitar la zona.

Las quejas por estas circunstancias son de todos los días. Como le sucedió el pasado 7 de marzo a la turista Adriana Ramírez, del Estado de México, quien recibió ofensas de un grupo de comerciantes por preguntar el precio de un alebrije, al no estar de acuerdo con el precio decidió retirarse pero no sin antes escuchar que le gritaron “si no traes dinero no salgas”.

Éste es un caso menor de cientos donde los visitantes reciben ofensas de los ambulantes que prácticamente no dejan pasar ni 5 minutos a los visitantes antes de abordarlos o hablarles a gritos. Hay quienes pierden la paciencia y el asunto ha escalado a confrontaciones donde los arqueólogos responsables de preservar el patrimonio de la zona deben intervenir.

Otro aspecto es el de la construcción. Según un trabajador del sector “el ejido nos cobra 200 pesos para poder vender; no es tan malo, en Cancún me cobraban $500 a la semana para trabajar de albañil”.

El desorden, deforestación, ingresos clandestinos, explotación infantil, tráfico de boletos y usurpación de guiadores ha trascendido al punto que la autoridad federal se vio obligada a tratar de corregir las anomalías. Pero esto provocó que grupos de interés, líderes de sindicatos de guías, dos regidores de Tinum, comisariados ejidales y transportistas rompieran el frágil orden al ver trastocados sus intereses de grupo.

Como si se tratase de cualquier organización de ambulantes del centro de la Ciudad de México el mismo vicio se repite hasta Chichén Itzá: líderes que se enriquecen a costa de cobrar “permisos” para vender mercancías en las inmediaciones y dentro de la zona.

Lo mismo cobran que amenazan a quien se niega pagar su “derecho de piso”, no tienen ninguna regulación y sólo en la calzada de acceso de la carretera federal al parador se instalan unos 250 vendedores informales que le pagan al comisario ejidal 200 pesos mensuales, aunque en “temporada alta” la cuota tiende a subir.

En video fue recogido el testimonio de David “N”, quien talla trozos de madera para confeccionar instrumentos de percusión con motivos de la cultura maya. El comerciante habla el idioma de sus ancestros y así se comunica con sus colegas.

Bajo un calor inclemente, David refirió que “como en todo hay días buenos y otros muy malos”. Originario de Ticimul (municipio de Chankom) el interlocutor es fiel reflejo de una comunidad extremadamente pobre.

Sin estudios, David migró como cientos de personas de la región centro-oriente de Yucatán hacia la Riviera Maya de Quintana Roo en busca de un ingreso. Por décadas, Cancún y toda la costa del Caribe mexicano fue la válvula de escape para esos municipios yucatecos enclavados en el subdesarrollo perpetuo.

Hoy el fenómeno se revierte. Quienes buscaron en la vecina entidad un campo de oportunidad han perdido la ilusión, la libertad de buscar mejorar sus condiciones de vida se esfumaron con el brote de células criminales que primero se enquistaron en el trasiego de drogas y hoy replican la práctica del “cobro de piso” a negocios a lo largo de la franja quintanarroense.

Pero el asunto de la extorsión de pagas o no trabajas (en el menos peor de los escenarios) alcanza a los más desposeídos. Como David, quien al tener que pagar semanalmente 500 pesos prácticamente le restaba morralla del rudo trabajo de albañilería de fastuosos hoteles de Cancún.

Como él, los yucatecos regresan escalonadamente a su estado a tratar de mantener el día a día. Hoy David elabora su mercancía pero apenas y logra vender un par de piezas de unos 150 pesos.

“Con dos ventas al día ya sale para la cuota”. Se refiere al pago que debe hacer a los comisarios ejidales, pero al comentarlo baja la voz, se gira con desconfianza para cerciorarse que nadie más escuchó y termina contemplando su pequeña mesa improvisada con una tabla y tabiques donde exhibe sus manualidades.

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